19 abril 2011
El título que es toda una pregunta, la del millón para muchos, es la que menos se hará el personal con posibilidad de hacerlo el próximo 22 de mayo y eso será lo peor, que ni se lo preguntarán, simplemente no irán a votar.
Si escuchas los lamentos de la gente de a pie, te da cierta impotencia llevarles la contraria, ves que no están por la labor de dejarse convencer y el caso es que yo yo tampoco me atrevo a hacerlo pues parece que tenga algún interés en ello y, con ello, te acaban colocando una etiqueta de color, con la que, seguramente, no me encontraré muy a gusto. ¿Entonces que hacer, tío?, me pregunto de día y de noche cuando el problema me llega al espacio pensante, que es cada vez mas escaso en tamaño y calidad, igual que le viene sucediendo a la uva de mesa de mi tierra. ¿Qué hacer?
Muchos, o es o me parece, no acudirán a las urnas en mayo. “Para que vamos a ir a votar, Enrique, todos son unos mangantes y si votas a uno pequeño no sirve de nada. Enseguida que cogen votos acaban pactando con uno de los dos grandes, el que mas les de, al estilo de los nacionalistas en el Parlamento Central, y todo acaba igual, gobernando los mangantes de siempre”.
Por eso, esta mañana, ver a un chaval, de unos 19, preguntarle a su padre “la del millón”, ha resultado, ciertamente, emocionante. Yo me he quedado con la inteligencia, nada raro en mi, en blanco, ¿qué le contestará?, me preguntaba yo y todos los demás, claro …
Recapacitemos. Papá, el del chaval de los 19, no atina a responder con claridad, y yo sigo pensando y pensando, y nada de nada. No se me ocurren argumentos “magistrales” con los que dar una respuesta contundente a la pregunta del millón que el niño, que parece muerto de risa al vernos tan sin saber que decir, le ha lanzado al padre. Pero mira por donde uno de los mas viejos oyentes de nuestra cafetulia se ha levantado y se ha puesto en la barra, de espalda al mostrador y ha empezado una charla que yo he agradecido como nunca. Mi viejo amigo cafetuliano me ha salvado:
Mira, hijo, hay que votar porque lo contrario es negar el esfuerzo que nos supuso, ayer, a todos nosotros, aquello que tuvimos que hacer para que tú puedas, hoy, hacerlo. Si no lo haces, acabarán pasando de ti y algún día, y cuando menos te lo esperes, puede pasar que hasta dejen de hacerlo, de preguntártelo y a lo mejor, entonces, te acordarás de lo que es no querer hacerlo. Ah, vota a quien sea, da igual, es cierto que luego todos se venden, pero si no estás de acuerdo ponte a ello, a participar en la vida política desde la base. Hazte partícipe de esa Asociación de Vecinos que dices que no te permite jugar al Paddle en las instalaciones Municipales si no eres del club “nosequé”. ¿Estás metido en alguna organización, universitaria, social, deportiva, vecinal o de tipo alguno que sea necesario tu voto para participar? – ¿Qué no sabes de que te hablo? – Pues mira, a lo peor ese es el problema, que nadie ha sabido explicarte para que sirve votar, participar y o practicar la relación de ejercicios sociales en libertad y en democracia. Ese será el problema, seguro que sí.
Y el abuelo, el anciano cafetero, se ha vuelto hacia su mesa, se ha enganchado al manchado periódico de hoy que yacía sobre su mesa y café en mano, mientras se sentaba, nos ha lanzado una última y demoledora mirada de desprecio, o de pena, vete a saber, por encima de sus gafas, que me ha impresionado.
Y yo ya lo tengo claro, sin arcadas, con cara de asco, eso sí, pero iré, votaré a quien sea, pero lo haré, claro que si, aunque sea por ti, Papá, iré, no tengas dudas.