lunes, 7 de septiembre de 2020

Leonor, Rosa la panadera y Pere el eterno enamorado

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Fotografía de Lucía Herrero
07 septiembre 2020
-Estaba tan tranquilo comprando cartuchos de tinta para mi impresora, en la tienda de informática para todo, la más amable de la Playa y de pronto alguien, como ya viene siendo costumbre, dada mi sordera creciente, me da el digital y huesudo toc-toc en el hombro malo.
-Me vuelvo y era la cruel y veterana, Leonor: “Enrique, donde te metes, no te vemos por parte alguna ¿No me digas que el virus te tiene acojonado y reducido a cenizas en el rincón del olvido de tu oscura habitación de la casa de la Playa? Creíamos que te habías ido a Murcia o que estabas ingresado o en el más allá?”
-Haciendo un esfuerzo para no degollarla con mi, a veces, afilada lengua le digo: “Coño, Leonor, puedes ser menos vieja de lo que pareces, pero más HdP no, eso no.”
-Dejo a Leonor y me voy a por el pan. Justo al entrar recibo uan llamada de Juan: “¡¡¡Enrique, lo conseguí, el Linoforte funciona. El tranco cayó como una piedra en el WC. Gracias amigo, me has salvado la vida con tu recomendación!!! Cuelgo, diciéndole a Juan que estoy en el médico pues la cosa se estaba poniendo muy escatológica.
-Lo que siguió a continuación, al subir los dos peldaños de subida a la panadería, fue que me reencontré con mi amor panadero de estos últimos años.
-Joder, Rosa, estás aquí … ¿Estás bien? – le dije a la panadera de mis amores.
-Rosa que tendrá unos cincuenta y muchos y unos cuarenta kg de más, se salió del mostrador y con mascarilla y sin ella, pues se la quitó al instante, me abrazó de tal modo que pensé iba a morir de asfixia.
-Sin dejar de llorar, me dijo: “Ha sido casi un año, Enrique, pensaron que era cáncer, y lo era, pero no había metástasis. Me extirparon dos tremendos tumores de por ahí abajo, pero ahora estoy bien, bueno, tengo que estar en observación y tratamiento, pero ya puedo trabajar y veniros a ver a todos.
-Al oír a Rosa y cuando concluyó, el que se puso a llorar fui yo y entonces Rosa volvió a pegarme un achuchón del que tuve que deshacerme rápidamente, pues era casi seguro que de esta moría asfixiado. Sus cosas de arriba estaban como dos balones de baloncesto, grandes y muy duras. Hubiera muerto con toda seguridad.
-Ya en el quiosco, me encontré a Pere el poeta enamorado que estaba recitándole una de Espronceda que terminaba, más o menos, así:
“Yo, compasivo, te ofrezco; lejos del mundo un asilo, donde a mi sombra tranquilo, para siempre duerma en paz”
-Y con tanto talento y emociones desparramadas por mi recorrido matinal, decidí volver a casa y recluirme en mi rincón de amor junto a una buena Paulaner y una de rellenas de anchoa, que me hizo caer en la tentación de los amantes: La miré y me di cuenta que sigo enamorado de Ella como el primer día.

6 comentarios:

  1. Hola Enrique, me he divertido de lo lindo con tu escrito, sobretodo la parte que toca a Leonor ¡Es genial!.

    Abrazos.

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    1. Es que leonor, es mucha Leonor, Conchi. jajajajajaja
      Un abrazo fuerte.

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  2. Sus escritos son "mortales" como pareciera ser la lengua de Leonor y ese amor por Rosa agregando la Paulaner y la rellena de anchoas jajajajajja... Excelente!!! Un abrazo y un indicio de semana especular a pesar de todo lo que nos circunda

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    1. Sí, Eli, hay que hacer todo lo posible para olvidar la realidad, ya sabes, es muy aburrida. A veces prefiero imaginar, y eso es también, al final, una realidad.
      Un abrazo

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  3. La contestación que le diste a Leonor es para apuntársela.

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    1. En el fondo la quiero, amiga Tracy, Leonor es lo que es, una mujer que tiene muchas cosas por hacer y contar.

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