6 septiembre, 2020 por
06 septiembre 2020
-Volví al centro parroquial y todo seguía igual. Estaba cerrada la puerta principal. Saqué un par de eurillos que llevaba en el bolsillo y los eché en el buzón donde ponía “Limosnas”. El estruendo me asustó y luego me hizo reír, fotre, la generosidad no abunda por estos lares – pensé.
-Estaba a punto de subirme a mi viejo X1 cuando se acercó a mi una minifaldera joven de unos cincuenta y tantos, que al ver mi rumboso y escaso arte para meter la pierna derecha dentro del coche, me dijo: “¿Quiere que le ayude a subir al coche?” – No me pude negar.
-“Vaya, tiene usted unos brazos fuertes pero las piernas parecen las de un muñeco de Hogueras” – me dijo.
-Es que aún soy muy joven – le dije.
-“Y bien peinado” – replicó ella.
-Ante tanta amabilidad le pregunté, castamente, si quería que la llevara a su casa.
-“No, Enrique, no, como usted sabe vivo aquí al lado. Por cierto, le vi ayer aquí con la capitana del Rosario, pero les vi tan emocionados y abrazados, que no quise decirles nada. Ah, mi madre me ha dicho que hace días que no le ve por el Ateneo ¿va todo bien?” – ¿¿??
-¿Te conozco? – le pregunté.
-“Claro, desde hace muchos años, soy la hija de Leonor”.
-Sonreí … y me batí en retirada, más rojo que un tomate rosa.
Qué cosas te pasan, Enrique.
ResponderEliminarOlanchazo en toda regla.
EliminarUn abrazo de lunes, Tracy
uhhhhhh jajjajajajaja si es real.... Dios mio!! Un placer leerlo!!! abrazo grande!
ResponderEliminarGracias Eli, es que mi vida, por muy viejo que ya vaya siendo, a mis ojos no cambia nunca.
EliminarUn abrazo de lunes.
Ay Enrique, me haces reír al leerte e imaginar la escena...... Saludos amigo.
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