jueves, 10 de enero de 2013

Aquellos felices domingos de los 50



10 enero 2013       10 enero 2010


Tengo ya ciertas limitaciones que hacen no pueda andar de mis mil pasos seguidos, pero es suficiente para observar todo lo que debe ser un despertar de un paseo que nunca terminó.

Serían las diez de la mañana de cualquier domingo de invierno del cincuenta y muchos, Rambla de Cataluña y en ese cine, en el de la Rambla, había una cola de más de cien personas. La película era la de “El día D, el día más largo” y a mí me pareció la película más extraordinaria que jamás hubiera visto. Ese no era un día especial, todos los domingos, o era cine o era paseo. Esos ahora olvidados paseos del domingo temprano, muy temprano, era un desahogo hogareño para Mamá y un ejercicio de salud familiar para mi Agustín al cargar con los tres hasta las dos de la tarde.
Esos paseos eran la gloria, era como ir a la escuela, pero mucho mejor. Agustín era una fuente de información interminable, todo lo sabía, todo lo explicaba y todo nos lo contaba, como solo él sabía hacerlo.

Hoy no parece ser lo mismo. Raro es que ningún ente familiar salga de casa antes de las doce. Son tantas cosas a organizar Enrique, me dice Antoine que el domingo no fue  a misa pues no está contento con su suerte. Sus hijos salen de casa a la una del mediodía y le critican que no vaya a cuidar a sus nietos para que ellos puedan salir el sábado noche, o dormir el domingo por la mañana cuando pueden hacerlo pues la otra abuela se ha quedado a dormir en su casa.
“Ya lo ves Enrique, no me quieren porque no les sirvo y para lo que les sirvo a mí no me da la gana de hacerlo” -
No te sulfures Antoine, ellos han partido de un mundo en el que el listón está más bajo y debemos de entenderlo. Ellos no tienen la culpa de que el mundo de hoy sea más rico y mejor

“Enrique, me paraît que tu te trompes, qu’il veut quelque chose qui le gagne, je ne vais pas le lui offrir, vamos, que se lo ganen”.

Despidiendo a Antoine y con la cabeza puesta en los cincuenta y muchos de mi niñez, vi a una pareja feliz sentada en un banco de una zona de juegos, la que hay frente a Mercadona de la Av de Las Naciones, cogidos de la mano mientras gobernaban e instruían los movimientos de cada uno de los tres “enanos” que allí estaban saltando y subiendo por todo los aparatos de juego que allí estaban pidiendo clemencia. El resto estaba vacío de todo vestigio humano, estamos en otra era y, además, solo eran las diez.

A lo mejor no los vi, a lo mejor solo han estado en mi imaginación. No lo sé, últimamente todo me parece tan irreal, que a lo mejor tampoco soy yo mismo.
 


 


4 comentarios:

  1. Eres único para introducirnos en un mundo que ya se ha ido. Deberías escribir algo, hay cosas que deben conocer los más jóvenes y que jamás encontrarán en el cine ni en sus Tuentis.

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    1. Gracias Candela. Quizás lo haga, son tiempos para recordar, evocar y ............., si, son o debieran ser, como un material didáctico.
      Un abrazo, amiga-e.

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  2. Antonio Gt ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Aquellos felices domingos de los 50":

    Hoy nada es igual a nada amigo, ni las buenas costumbres......

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