viernes, 28 de agosto de 2009

Éramos cuatro y el del SanVito. Nadie está enfermo en un viernes, ¿como?


28 agosto 2009: 

Hoy no he tenido oportunidad de “oír” ninguna historia ni interesante ni desgarradora en la hora del primer café en el mundo exterior al mío.


Lo más sorprendente es que estábamos en familia, solo estábamos allí cuatro locos del “madrugueo”, agolpados frente a la barra de la simpatiquísima directora del local para pedirle nuestro café. Bueno, he visto a un preocupado caballero sentado dos mesas mas allá, justo al lado de la puerta que da a la Avenida de Denia, pero no he podido oír nada, pues nada ha dicho. Llevaba un Fred Perry con la cinta de la Nacional en el borde del cuello y tenía el ABC y el móvil sobre la mesa, sin abrir. La mirada clavada en el infinito y una pierna haciendo el “SanVito” sin parar.

Una enfermera vampiro, que conozco de mis numerosas sesiones de hematología práctica en las que el muñeco soy yo, se sienta cerca y veo en ella la única oportunidad de captar algo calentito, salido del horno del mundo urbano de hoy, para mi libro.

· Después del clásico “holaquetal” y “quediamasbuenoquehace”, empiezo a disparar: ¿Qué poca gente hay hoy?, le digo a mi “hematóloga”, claro: es viernes, me contesta ella. - Pongo cara de asco, o de “quecosamasrara”, mientras añado un gesto como el que quiere decir; What? 
· Y entonces ella, mientras va mojando el “cruasán” de modo muy a lo “oséa”, empieza a delirar contando que los viernes no viene nadie, y apostilla con mirada al cielo; ¿quién se va a poner enfermo en viernes?, DM, ¿quién?. Pues mira, aquí somos cuatro, cinco contigo, le digo.
· Entonces, la “praxihematóloga” activa su gesto, baja la cabeza y estira el cuello hacia mí, en señal de quererme contar algo muy íntimo, y me dice; a ése de ahí delante, refiriéndose al del “SanVito”, no lo cuente, (ha dicho cuente, es decir, de Ud, no hay nada que me reviente más, que me hablen de Ud), si, si, no lo cuente, ese lleva viniendo aquí todos los viernes cuando abre el Bar, desde hace dos años en que murió su mujer aquí en un postoperatorio, tras un accidente de tráfico, que se produjo en un viernes de otoño. Sobre las doce se va.
· ¿Y que hace aquí?, le digo yo a mi animada conversadora. – Pues según cuentan está, un poco “tarumbo” desde entonces, y como tal se viene todos los viernes aquí a esperar a que el médico le diga si hay novedad sobre la operación de su mujer. Nunca dice nada.

Al rato, me he levantado y al pasar por delante de mi compañero de café de hoy, una desgarradora imagen ha pasado por mi imaginación durante unos segundos, los mismos con que hemos estado cruzando nuestras sorprendidas y encontradas miradas. Al rebasarlo no he podido dejar de pensar en lo afortunado que soy.

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