sábado, 21 de noviembre de 2009

La noche de los viernes acabó con un viaje virtual a las fotos de los 50.

21 noviembre 2009: 


La noche fue larga y tras un día de duras pruebas y de enanos, la cosa se presentaba "chunga". Mi vecina de tertulia se estaba leyendo la Mujer de verde que es un buena "novela negra" y el chico de los recursos que iba de rojo, es un simpático chileno, blanco como la leche, que habla catalán mejor que mi hermano, que ya es decir.

Todo parecía un enorme escenario multicolor donde no había nada rosa, solo lo había al fondo en una inevitable TV encendida en Tele5 que, aunque sin voz, estaba dando la nota discordante de la plácida tertulia de los viernes noche. No he entendido nunca eso de tener la TV encendida sin estarla viendo, parece como si la gente no supiera vivir sin su presencia. Pues son 100 w de nada, me dijo uno de los tertulianos que oye misa por la radio y cuando pasan el plato la apaga.

Pero la cosa que estaba bastante tranquila se comenzó a enredar cuando alguien sacó el tema del crecimiento espectacular de la violencia de los hijos hacia los padres. No llegamos a ninguna conclusión, nadie se explicaba por qué pasa una cosa así y, al parecer, nadie se siente culpable. Son cosas de la época que, al parecer, llegan solas sin que nadie lo pueda evitar. Uno de los más ancianos, se acaloró al contarnos que su hijo, al que no ve desde hace un año, le "cascaba" para sacarle la paga que luego se gastaba en drogas. "Nadie me ayudó ni el Azzná ni el Sapatero". No tuvo forma de quitárselo de encima. Finalmente se enroló en el ejército y ahora está en Afganistán o no sabe muy bien donde.

No sé como lo hice pero al final me desconecté. Estaba tan cansado que ni siquiera escuchaba, ni oía, a nadie. Empecé a asentir cuando la gente me dirigía la mirada y a hacer el clásico gesto del "psiiii, quizás", que siempre es muy recurrente, cuando notaba que con el simple asentimiento no dejaban de mirarme.

Todo eso pasaba mientras fijaba mi tv interior relamiéndome en la lectura del mensaje-e que me mandó mi hermano comentando las fotos de los 50 que le mandé y que sigo escaneando a un ritmo no superior a las 5 hojas por hora.

Entrar en ese mundo, en el de las imágenes de la niñez no supone, especialmente, olvidarse de la violencia de los hijos, ni de los desencantos de la época actual, ni de las otras mil gracias que vivimos en el día a día, eso no supone nada, pues en aquella también teníamos lo nuestro, lo que sí impone ese territorio cuando te adentras en él, es el enorme placer de comenzar a sentir la viveza de las almas queridas aunque muchos ya no estén. Entonces te das cuenta del tiempo que has perdido en no disfrutar de aquellos a los que tanto quisiste, pensando entonces que mañana ya lo haré.

El tiempo que se nos da es muy corto y no hay que desperdiciarlo, voy a seguir intentando recuperarlo a toda velocidad y en todo el tiempo que me pueda dar ese carnet por puntos de salud que todos llevamos en algún lugar de nuestro olvido y en nuestra psique, no sea que luego me arrepienta de llegar siempre tarde donde nunca pasa nada.


Y como ya oigo los Uuuuuy y los Aaaaaaaaaaaaa de mi vecino, sospecho que ya habrá comenzado el fútbol. Me voy a verlo, pero antes me serenaré con un poquito de la necesaria fibra musical que llene las arcas de mi memoria.



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