miércoles, 13 de enero de 2010

Yo aprendí a quererte

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13 enero 2010: 

Hoy, y mañana, son días especiales para mí.
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Tú no te dabas cuenta pero yo ya te quería desde antes de conocerte. Eso es lo que a mí me pareció el día que la conocí y lo que, seguramente, me hubiera gustado contarle en ese mismo momento. No sé si lo hice, pero no debiera nunca cansarme de hacerlo, entonces, ahora y siempre.

Andaba yo de vuelta de mi encuentro culinario con mis amigos de siempre, mis amigos del Espanyol, cuando desde una de las terribles nubes que hoy, desde primera hora de la mañana acechan nuestro cielo, se me lanzaba un tormentoso e increpante mensaje, en una especie de injusto juicio en el que me estaba viendo envuelto sin yo saber por qué: ¿Qué vida hubieras tenido de no ser por ella? Sin darme cuenta, dos cálidas gotas de agua milagrosa caían por una de mis mejillas buscando el bello del bigote hasta que su sal se ha metido en la comisura de mis labios y me ha devuelto a la vida y a la realidad. Junto al cristal de la ventana del coche, una señora de muy buen ver, de mi edad, más o menos, me miraba con dulce expresión preguntándome; ¿le pasa algo?¿va a salir?, llevo un ratito aquí esperando y me pareció que Ud. no se movía – Si, si, ahora mismo salgo.

Ya en el semáforo de la Albufereta, pasando por delante de la Iglesia, me he acordado de esa torpe e injusta frase que algunos reparten en estúpida y magnánima señal de agradecimiento a una reconvertida relación no deseada y que he puesto en el título de este post. ¿Cómo se puede ser tan ingrato y tan insensato?

Quién supiera siempre contarlo así:








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