14 enero 2010:
Tras una corta, pero fructífera, charla con mi nuevo compa Ángel, el de Wolf Project, me he entretenido en ponerme a escuchar los mil ruidos que creaba el enorme vendaval de viento, y algo de agua, que está cayendo en la zona de la Playa de San Juan esta tarde. Viaje a Granada con la caravana del Máster del ladrillo de la UA para mediados de febrero y unas charlas coloquiales en el Colegio de Aparejadores en Julio, forjan el próximo desenlace parlamentario de mi horizonte docente próximo .
Todo eso me rondaba por la cabeza, pero el viento hacía de las suyas con las ventanas, con las persianas y con las dichosas hojas plastificadas que últimamente se están colocando en el cerramiento de las terrazas de las viviendas habitadas. Nefasto el aspecto, nefasto el ruido y horroroso el paisaje desigual que se crea ante cualquier viandante que se precie de serlo y que intente no morir en el intento, por ello. Eso no es una broma, hojas que vuelan, persianas que se doblan, cortinas que se mueven más que el culo de la Rosarito cuando rumbea, maceteros que se desploman al vacío y la vista que se entristece ante tanta ordinariez. ¿Quién diseñó ese edificio?
Hablaba con Ángel, minutos atrás, sobre la escasa calidad de determinados productos realizados por arquitectos a los que se les ha dejado realizarlo a su gusto sin intervención ni dirección alguna por parte del Empresario Inmobiliario. Si se deja hacer eso, el gusto se convierte en disgusto, pero eso no es creíble, o sí, claro, eso pasa si el Empresario inmobiliario no es un Empresario Profesional.
Yo no tengo nada contra los Arquitectos, ni tampoco mucho a favor, pero el Diseño Inmobiliario no es cosas de ellos, eso es cosa del Empresario Inmobiliario, del Empresario Profesional, aquél que sabe lo que quiere y que sabe lo que tiene que hacer para venderlo y para contentar a sus clientes con ello. Es el que sabe qué tipo de viviendas quiere para su proyecto, tanto en tamaño como en cantidad, como de todas aquellas particularidades que debe tener su producto, que no son otras que aquellas que le llevan a “fabricar” solo el producto que él sabe y quiere vender. Es el que tiene la virtud de conseguir el éxito o el fracaso del proyecto inmobiliario con su actitud y su gestión a la hora de crearlo.
No hay Empresario del Ladrillo que deja a los arquitectos que le diseñen el producto, pero si alguno lo hace, solo lo hará si cumple dos importantes condiciones erróneas:
1. No sabe nada de esto del ladrillo
2. Se ha hecho Promotor en una zona de costa entre el 97 y el 2005 y aún no ha muerto, (profesionalmente hablando), en el intento de salirse de ello.
Será justo acabar esta confusa nota, como no puede ser de otra manera cuando se habla del mundo inmobiliario, que igual que reclamo para los Empresarios Profesionales que se autoerijan como los responsables del diseño del producto inmobiliario, también se debe mandar a galeras a todos aquellos Empresarios Inmobiliarios, poco profesionales, que ejercen, pluma en mano, de aficionados de la arquitectura corrigiendo los trazos de los “Maestros del Arte” a la hora de opinar sobre el trabajo recibido de éstos. Que a nadie se le ocurra esa ordinariez. Lo uno y lo otro no es de Profesionales.
¿Y todo este rollo a que viene, Enrique? Pues será que ya se me está poniendo cara de Máster. ¿verdad Ángel?
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