sábado, 30 de enero de 2010

La noche mas larga … si tú no estás aquí


30 enero 2010: 

No es que la noche fuera mala, ni mucho menos, será que los torpes hilos que mueven mi esqueleto andan en mal estado, pero nada más.

Nombrar la soga en la casa del ahorcado es algo que no debiera hacerse, al menos a lo bestia, y cuando en un buen día como fue el de ayer, te enteras que a una buena gente se le muere su madre por culpa de un cáncer generalizado y lo cuentas, sin darte cuenta, en algún foro donde el mal ha hecho estragos, pues … la verdad, dan ganas de comerte a ti mismo y/o hacer un gran agujero en el suelo que te hiciese aparecer en las antípodas.

Lo de anoche estuvo bien, la charla brilló a un nivel inusitado, incluso cuando me contaron aquello de lo que estoy tan harto, de los machismos aplicados sin control y en cualquier lugar, y sueltan eso de “Bueno, mientras te funcione bien la de el medio”, pues eso, lo contaron y no me cabreé mucho. Mi estado de tolerancia superó también un segundo intento de machacarme la moral antitelecinco que me inunda; “Tío, lo importante es que te funcione bien, en casa o donde sea, lo importante es darle marcha al palito”.   Lo peor, no obstante, es con la cara de complicidad y misterio “orejero” con que te lo cuentan, como si a mí, necesariamente, eso me fuera a importar o a motivar.

Una del grupo de las replicantes preguntó si el amor es solo cosa de mujeres. La que se armó fue pequeña. Estuve mas de cinco minutos sin darme cuenta que me había ido por encima de los focos y a saber donde estuve, pues cuando volví me estaban dando un golpe en el hombro; “Enrique, ¿Tú que opinas?” – Y tras un largo, buenooooo, yoooooooooooo, y otros sonidos de alargamiento del momento, alguien ayudó diciendo; “Claro, lo que pasa es que tu vinculas las sensaciones orgásmicas a la de los sentimientos, pero eso hoy no es así”. Entonces me di cuenta de que me habían “calado” y con un simple “quizás”, me salí del asunto.

Luego todo vino a peor, me refiero a la charla, y como se enzarzaron en la cuestión de si la Karmele debía o no debía ir a la Eurovisión, conseguí, en medio del tremendo e importante  debate, deslizarme de la mesa, sin que nadie se diera cuenta y me coloqué en un rincón, en nuestro rincón, donde mirándola con ojitos de besugo, y acordándome de esa buena gente que ya no puede hacerlo, volví a pensar en la gran suerte que tengo de estar con ella. Justo en ese momento, el responsable del ruido puso esta música de Rosana que tanto inunda mis sensaciones vitales cuando la oigo. Con ello, me aferré a su mano con la mía  y empecé a volar, nuevamente …




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