miércoles, 24 de febrero de 2010

Indecisión al autovalorarse: un error irrecuperable, a veces


24 febrero 2010

Archivo:SoulCarriedtoHeaven.jpg

24 febrero 2010

Llevo todo el día pensando sobre lo que me ha contado esta mañana un compañero de aficiones, quizás algo mayor que yo, en el que sangraba dolor por cada una de las palabras que deslizaba, en voz baja, al espacio de los lamentos, mientras tomábamos el segundo café del día.

Fui el que quise ser, me decía, mientras mandaba en el mundo empresarial y profesional, pero en casa me trataban como si todo lo que hacía fueran cosas sin importancia. Cada vez tuve mayores privilegios y mayor reconocimiento profesional, pero ni mis hijos, ni mi querida Laura me veían como a mi me valoraban en el mundo de la labor. Nunca fui valorado por los míos, nunca fui profeta en mi casa. Mi vida profesional era triunfal y excitante y siempre fui reconocido por mi gran capacidad para organizar y dirigir cualquier actividad empresarial. Pero en mi casa, nunca fue así.

  • Venga cariño, vas a buscar el coche o vamos a estar toda la mañana aquí esperando que te decidas.
  • Vas a tener que llamar a un carpintero para que nos cuelgue los cuadros, cariño, porque de ti no me puedo fiar.
  • Papá, deja ya de hacer ruido con el ordenador que no puedo dormir.
  • Vas a dejar el teléfono de una vez y vas a estar por nosotros, cariño.
  • Oye cariño, por qué no los mandas a paseo, mañana es sábado y no tienes por qué trabajar.
  • Juan, que torpe eres, mira como te has puesto el pantalón de grasa, a saber de que será y ahora hay que llevar el pantalón a la tintorería, qué desastre eres, cariño.
  • Ah NO, mañana por la noche no vas a cenar con el Jefe, dile que a ti no te pagan las horas extras y, además, que hago yo aquí toda la noche sola.
  • ¿Que te vas a Almería hasta el jueves? – Pues vaya, y quién va a llevar a los niños al colegio, además yo tengo TaiChi y no puedo faltar ya más días.
  • Oye cariño, ni poner bien los platos en el lavavajillas sabes hacer, es que lo tengo que hacer todo yo.
  • Papá, déjate de rollos, tu que sabrás de esto, es fácil, solo tienes que ir a tu banco y cárgame el móvil, allí te dirán como se hace.
  • Cariño, ¿a que has estado en el baño? – mira que te he dicho que estaba mojado. Así no acabaré nunca, contigo no hay nada que hacer, ¿es que no escuchas nunca lo que te digo?.
  • Cariño, ¿podrás subir la vajilla que tenemos en el trastero, para llevarla a casa de mamá, sin romperla? – Mira bájate con tu hijo que de ti no me fio.
  • Venga bájate con los niños y así dejas de enredar por aquí. Cómprame el pan y lleva a los niños al parque, yo ya bajaré después y procura que no se pongan hasta arriba de barro.
  • Le he dicho a tu hijo que no venga mas tarde de la una, que solo tiene 17 y que si llega tarde se va a encontrar contigo, ¿sabrás hacerlo cariño?

Pero un día Juan se hartó de tanta vida dirigida y de tan poco reconocimiento familiar y lo mandó todo a tpc. De eso hace unos quince años, Juan era el Responsable, en Valencia, de una importante Empresa Constructora y cuando yo le conocí, en el 95, ya ganaba casi el millón de pelas al mes, mas incentivos. Se marchó de casa, los dejó tirados y aunque siempre cumplió sus obligaciones económicas con los suyos, nunca quiso saber nada de ellos. Su vida profesional siguió su brillante trayectoria hasta hace un año que lo jubilaron con 63.

Hoy me ha contado que nunca se lió con otra ni con otros, ha vivido siempre solo en un apartamento junto al Río, en Valencia, ha hecho su vida y ha hecho, mas bien hizo, de su vida profesional su único modo de vida y le fue bien. Ha confesado no ser feliz y que nunca lo ha sido. Sabe que tiene dos nietos que no conoce ni sabe si los conocerá, pero ahora solo vive para respirar y para cuidarse pues arrastra una importante preocupación pulmonar que, al parecer, va a mas.

Finalmente, y a modo de colofón, me ha soltado una frase que me ha dado que pensar: “Enrique, no te preocupes, lo que me pasa es culpa mía, no dejes nunca que los tuyos no sepan lo que vales, lucha por hacérselo saber, y no permitas que nada ni nadie, ni tu mismo, rebaje el listón de tus logros con ellos. Si no lo haces así, te ningunearán y nunca te respetarán como mereces”.

A Juan no le pude contar que yo ya soy mayor para ir componiendo nuevas actitudes, fundamentalmente porque ya llegaría tarde, seguramente lo que él me aconseja, a mi y a todos, es que esos errores hay que corregirlos desde el mismo momento en que nacen, si no lo haces así, es fácil que todo acabe como le ha ocurrido a él.

Bien hablando de la pérdida de oportunidades, de las que la vida te va planteando, casi constantemente, hoy he extraído del Facebook de mi querido Sebas, un viejo vídeo que es toda una lección de vida. Ahí va.




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