miércoles, 19 de mayo de 2010

Obviedades, siempre lo mismo, pero muy necesarias


19 mayo 2010

En homenaje a todos aquellos que, entre todos un poquito, se han pasado su experiencia, la de ellos, por el forro y a todos aquellos que nunca sabrán el mal que hicieron a la Sociedad con ello, al permitirlo.


Hay que hacer las cosas bien, porque si se hacen mal nunca saldrán como nos gusta que queden. Tienes que levantarte temprano, hacer vida sana, dieta mediterránea, andar mucho, comer poco y el alcohol, en las heridas y gracias.
Desde que nací que no oigo mas que obviedades, me dice hoy un buen amigo mientras tomaba mi café matutino con él, esperando que me pusieran a punto mi nuevo y flamante Bemewito.  Primero empiezas con los consabidos y sabios consejos maternales:
    • Adrián, haz pipí en la taza y no te lo hagas mas encima porque ya eres mayor
    • Adrián, lávate las manos antes de comer pues puedes coger  una infección
    • Adrián, no llegues tarde esta noche que mañana tienes que ir a trabajar
Luego las cosas se ponen peor, te metes en el mundo profesional y hasta añoras con las que te laceraban en casa:
    • Adrián, los presupuestos  de ventas del año que viene que me presentas están bien, pero debes mejorarlos, haz un esfuerzo, y entonces te dan ganas de decirle a tu jefe que espere un momento, que te vas al aseo a hacer ese esfuerzo que te pide. Lamento ahora no haberlo hecho nunca.
    • Adrián, hay que mejorar los resultados de tal promoción y para ello debes subir los precios y bajar los costes. Esta obviedad, tan estúpida, la he oído un millón de veces en boca de tíos que llevaban en esto tan solo tres años pero eran de ESADE e hijos de unos amigos de algún Consejero.
Pero lo peor puede ser cuando te encuentras con algún iluminado que aparece en algún foro de esos que llevas acudiendo como un imbécil por expresa recomendación de tu empresa y aparece allí un chavalín que le quiere enseñar a su padre como se hacen los hijos. Yo no digo que hagan mal, o que no se lo sepan, ¿pero sabrán a quién se lo están contando?, ¿sabrán que a quién se lo cuentan tiene unos veinte años de experiencia más que él?, ¿a qué tanta soberbia?, ¿pensarán que les estábamos esperando para que nos iluminaran? – En todos estos últimos años, antes de jubilarme, Enrique, lo he pasado fatal, no he hecho mas que aguantar a papanatas de la nada y de la teoría moderna sobre la captación de nuevos negocios y las nuevas formas de interpretar el papel directivo en el Mundo de la Empresa, que me he quedado sin ganas de acordarme de lo que fui capaz de hacer con un equipo de tres personas para levantar un imperio inmobiliario de la promoción en toda la Zona de Valencia para mi Empresa. He oído tantas obviedades:
    • Fundamentalmente, la venta se compone de dos principales actores: El Comprador que quiere comprar y El Vendedor que quiere Vender.
    • En Vendedor tiene que ser poseedor de un don especial y saber interpretar los deseos y necesidades de sus clientes y demandantes.
    • Otra cuestión importante debe ser dedicar tiempo a tu equipo, hay que fomentar el trabajo en equipo, generar agenda compartida, aunque sea por las noches
    • Nuestra misión es hacer las cosas bien, para que salgan mejor.

Y claro, Enrique, cuando oyes esto, una y otra vez, en boca de gente a la que le doblas la edad y que tú ya tienes demasiadas medallas ganadas como para estar escuchando que la batalla se gana “haciendo las cosas mejor” y que “Si los tiempos están difíciles, trabajemos mejor, y los tiempos serán mejores”, pues la verdad, si ves que tú y tu experiencia ya no cuenta y que tus virtudes son ahora infravaloradas en pro de otros que solo llevan dos días en ello, lo que te dan son ganas de irte a tu casa, y eso fue lo que hice en el 2005, Enrique, me jubilé con 62 y vivo de PM leyendo el periódico aquí en San Juan, tomando mi café con mis amigos y dando conferencias en Valencia en un foro universitario cercano a Cheste, donde elimino algunas toxinas “impurgadas”, aún, y luego me paso el año viajando con Mari, mi mujer de toda la vida.
Al rato de verle así, soltando toda su mierda y su amargura, no era el momento de amargarle el día a Adrián, tras un largo silencio y un fuerte abrazo, le conté lo mío … terminamos enseguida, él tenía prisa.





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