miércoles, 9 de marzo de 2011

Ayúdame, por favor, con un “Yes we can”, seguramente, bastará.




09 marzo 2011

Parece como si se me hubiese roto la cabeza o que ayer, con las brisas marinas, ahondé en mi problema otorrinolaringológico mas de lo normal. Pero nada interrumpe mi sesión de terapia profesional, yo sigo a lo mío aunque me cueste la vida. Masturbaciones morfológicas, como dice mi médico principal a la hora de intentar explicarme mis males. 

“¿Me tomo esto, un ibuprofeno, una aspirina, que hago?” 

– “Enrique, si ves que te va bien, te lo tomas” 

– Así me hago médico yo, le digo, y entonces se enfada, claro, y me suelta la retahíla tan sabida como la que se le cuenta a uno que tiene las orejas torcidas y él galeno le dice: ¿tú que quieres que yo haga?”. Y es que, claro, cuando tienes lo que tienes, y cada uno tiene lo suyo, el médico te trata como si le pidieras que te arreglara las orejotas. Esto de ser médico ya no es como antes, ahora es mejor, mas rentable, solo te tratan si ven que es posible. ¿?


Nadie quiere al ZP en las bodas y comuniones de su partido y el pobre estará como yo cuando voy a mi médico de familia, (MF), aunque nunca he sabido por que le llaman así. Tienes la impresión, cuando hablas con ellos y le cuentas tus males, sin que te mire, claro está, que le estás dando el coñazo y que cuando te dice algo da la impresión que se queda con las ganas de decirte: “Y a mi que me cuenta, coño, deje ya de incordiar y de llenar las colas del ambulatorio para estas tonterías, todo el mundo tiene algo y se aguanta, leñe”.

Pero yendo al asunto de lo que hoy quiero contar, si es que soy capaz de hacerlo, diré que recuerdo que una de las mejores armas que utilizaba mi último y joven jefecito era la de infundir largas sesiones de charla dando ánimo al equipo, enseñarles el negocio, hacerles creer en sus posibilidades y en prepararlos para el esfuerzo y  sufrimiento que supone enfrentarse al cumplimiento de los objetivos que siempre impone el empresariado a sus profesionales cuando son responsables de alguno de los capítulos de su  negocio. Al final siempre salíamos con un algo parecido al ya tan conocido: “Yes we can”. Yo no se si sabíamos mas que cuando entrábamos a las reuniones con él, pero salíamos nuevos, mental y moralmente sanos y muy conscientes de que podíamos conseguir cualquier cosa, incluso ya no nos dolía la cabeza, ni el hígado, todo era cuestión de ánimo.
Los médicos de familia, en general, y mi médico, en particular, no podrían ser nunca unos buenos directivos y es por eso que aún hoy, aprecio más a un buen Director, a un buen líder, que a mi médico, aquéllos resuelven los problemas e incrementan el entusiasmo laboral del que lo necesita y éstos te recetan ajoyagua para problemas no quirúrgicos y una aspirina, eso sí.

PD: Diré, también, para no ser cruel, ni injusto, que he tenido algunos médicos de cabecera, recientemente, muy buenos y muy queridos, pero si hablamos de especialistas, entonces el nivel sube a casi los permitidos 110 de Sebastián, es decir, al máximo.

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