01 marzo 2013
Dame la mano, papá. Ese era mi grito de guerra cuando veía llover en mi nunca olvidada infancia. Ahora, casi sesenta años después, cada vez que llueve, me pasa lo mismo, si, solo una diferencia, yo la extiendo pero Él no está para coger la mía.
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Es lo que tiene la lluvia.
ResponderEliminarUn beso Enrique
Ay, Eva qué momentos. Gracias
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