viernes, 12 de julio de 2013

Embargos hipotecarios: ¿Pero no lo veíamos venir?



12 julio 2013 - 2009

Empeñado en saber como acaba la amarga relación que mantiene Pablo Castel con María Iribarne, en el Túnel, he tenido que contenerme las lágrimas al escuchar una muy triste historia que se contaba sin grandes reservas, dentro del agua, dentro de la piscina, de la piscina de mis amores, la que está mas arriba de las tres, frente a mi balcón y que es perfectamente visible desde el sofá.

Hablando de la piscina, diré que voy allí donde Maribel me pueda ver bien, pues si no me ve sufre mucho…
“Ponte crema cariño, no te quites los zapatos, no te canses, no te caigas al subir la escalera, ojo con los charcos, procura no resbalarte y no le des la paliza a nadie”

Ya sabéis, consejos y cosas propias del amor mismo. Lo cierto es que después de tantos años, yo no sabría vivir de otra manera. Estás hecho un marqués tío, me decía la otra noche un conocido de correrías nocturnas, tienes una tía que no te la mereces. Cuanto tiempo lleváis saliendo juntos, me preguntó, unos 47 años le contesté. No os cuento el “careto” que se le quedó al “tío”. El resto ya no os lo cuento, eso quedo para mi ego.

Pues decía que, faltándome unas quince páginas para ver que pasa con el Castel y la Iribarne, y sin gran esfuerzo auditivo para ello, me he encontrado con una terrible conversación al pié de lago azul de mis amores, bueno, mas que una conversación era un lamento, un grito de horror, era lo mas parecido a la verdad del reo en el callejón de la muerte.

El del lamento, unos treinta y muchos, decía que esta semana le iban a embargar y que se había quedado solo en el piso para que dar mayor dificultad al acto, (¿?). Su mujer y sus hijos se habían marchado al pueblo, con los padres de ella, mientras no decidían que hacer en septiembre.

Cuenta que llevaba dos meses largos intentando convencer al banco y al del juzgado, (¿?), pero que no había “tu tía”. Tenía que dejar el piso de inmediato, en otro caso se iban a ver obligados al desalojo forzoso.



No tenía, ni tiene, salida, debe al banco, aún hoy, mas que valor le da el tasador que se buscó de otro banco para plantear una novación.



No se si lo entendéis, supongo que sí, pero aclararé para los que no lo hayan “pillado” que, a resultas de la tasación, el del lamento, acaba de descubrir que su piso hoy vale un 30% menos que cuando lo compró en el 2005, y que, por tanto, no tiene solución de continuidad alguna. O pagas o te desalojan si es que no van también a por tus bienes, si los tienes, claro.

Lo ciertamente triste es que esta familia, la del que se lamenta al pié de la piscina, tiene un lastre que le va a condicionar ya toda su vida, no se si los economistas saben valorar este tipo de problema, posiblemente no lo sepan, ni lo entiendan, ni quieran saber nada de él, pero el trauma que está creando a una inmensa mayoría de juventud frustrada por algo a lo que ellos son absolutamente ajenos, no tiene comparación con el estrictamente material, que también parece monstruoso. Es un mal, un mal moral, posiblemente irreparable, es como cuando golpeas a un perro. Toda su vida se resiste al trato aunque sea sincero.

A veces, la Sociedad que nos envuelve consiente que estas cosas pasen, ¿pero no las veíamos venir?. Hagamos un acto de contrición y declarémonos culpables, todos un poquito, todos hemos contribuido a ello, a que ese triste treintañero de la piscina no sepa que hacer con su vida, ni donde tiene el futuro ni que hacer con su desperdigada familia.

Ayudar a este colectivo desesperado sería una gran solución, pero tomarnos los sucedido como algo repudiable e irrepetible a toda costa, es un objetivo que nos debemos proponer cumplir, también a toda costa.







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