27 enero 2014 - 2017
Una tarde cálida y no me refiero al calor, claro, es de esas tardes en que el catarro se apodera del seso, de las formas, de las ganas de moverte y hace que los pensamientos balanceen hacia donde estuviste alguna vez. Cogidos de la mano, escuchamos esta enorme, triste y preciosa, canción:
Muy cierto, Enrique. Cuando aparece el nefasto virus nos arrebujamos en el calorcito de la manta en las rodillas y escuchamos con la suave lentitud de esta canción cómo pasa el tiempo tan dilatado como desesperante. Siempre esperamos que los bichitos sean complacientes con su huésped y nos dejen en paz con rapidez.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique.
Gracias amigo Campillo, en eso estamos ... pero ... Tendré que ir a Lurdes.
EliminarBonita a rabiar.
ResponderEliminarEso creo yo tambiém, María Luisa. hay tantas cosas para ver que no creo me de tiempo a verlo todo hoy y quizás, tampoco, esta semana.
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