02 mayo 2014
No me gusta herir a la gente y por muy grosero que ese amigo fuese y se comportara como tal conmigo, especialmente, y con todos, pero pensé que, con buenas artes, podría llamarle al orden de la forma mas dura, concreta y concisa que un experto y curtido, ejecutivo, como he sido, sabe y debe hacerlo y lo hice. Tras unos tres minutos de reprimenda dura, durísima, tomé aire y esperé su reacción. Él me miró y con una tremenda cara de sorpresa, me dijo: “Enrique, no sé lo que me quieres decir, no te entiendo, pero otro día me lo cuentas con más tranquilidad ya que ahora tengo mucha prisa” – Y el tipo se fue casi sin decirme adiós.
“Quizás, Enrique, cuando se trata de ser claro y conciso con un grosero, no sea bueno andar con paños calientes” … me dice la Loli, mi barista favorita, que de eso de tratar con gente sabe mucho, muchísimo. Menos mal, creo que aún tengo mucho que aprender.
¡Aaah! la diferencia de sensibilidades es la que marca la diferencia.
ResponderEliminarSensibilidad y buena educación, Paco Paco, pero quizás tengas razón. Lo dejaremos en sensibilidad. Feliz viernes.
EliminarMe gustó la salida de tu amigo, dos no se enfadan si uno no quiere. Fue una salida airosa.
ResponderEliminarVaya, dulce Tracy, yo me llevé la impresión que el grosero de mi amigo además de eso, de ser grosero por naturaleza es como uno de esos tertulianos de la tele, radio y conferencias de los viernes: Solo presta atención a lo que él habla. No obstante, quizás tengas razón, quizás es que es más listo que todos nosotros y, especialmente, más que yo.
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