12 agosto 2014
Cuando veo a una criatura que va sentado en el Bús, manejando el smartphone, con los pies puestos en el asiento de enfrente, sin ver a nadie, ni a nada, y que te mira con cara de mala leche porque le has hecho quitar esas caras y sucias, Nike del asiento, cuando veo a un niño que no quiere comer porque no le gusta la sopa y se le remedia su ansiedad con ganchitos o patatas fritas de bolsa, cuando observo que un joven funcionario se vanagloria de que ha cogido el turno de noche porque así, duerme, y solo trabaja tres días a la semana, cuando veo a un hijo de su madre decirle a un anciano: “Viejo, me vas a pegar o qué?” porque le ha llamado la atención al tirarse a la piscina comunitaria haciendo la bomba, cuando veo que una muchacha prefiere dejar un empleo porque la hacen limpiar las papeleras propias por unos miserables 800 €/mes, cuando me aterrorizo porque un adolescente te levanta el puño porque le llamas la atención al aparcar su flamante coche pequeño y negro, sobre un paso de peatones, cuando te das cuenta que si viene de frente una pareja joven en una acera estrecha, te tienes que apartar a riesgo de que te arrollen, a pesar de llevar tu visible gayato, cuando veo esos “inestimables” y escasamente controlados, espectáculos nocturnos donde nuestra juventud se empapa la vida y la salud en alcohol, cuando veo a ese profesor indefenso llamando la atención de los padres sobre el comportamiento animal de sus niños sin éxito alguno, cuando veo ese juvenil desprecio por el valor de las cosas, de los sentimientos, del respeto, de la fidelidad, de la responsabilidad, cuando veo “jóvenes” con casi cuarenta años durmiendo en casa de Papá hasta las doce, cuando veo que …. no sigo, pero es justo creer, entonces, cuando pienso, que algo hicimos mal. Sin duda.
Me consolaba y criticaba, sutilmente, un veterano y joven, amigo, hoy, diciéndome: No, Enrique, no es que te hayas hecho viejo, que también, es que cuando entras en años no te acuerdas de cuando eras joven o es que no te acuerdas de …” – “Vale, vale, vamos a dejarlo”. De nada ha servido que le dijera aquello tan socorrido de … “Hombre, aquello no era lo mismo …”
N: Prometo mañana, sin mejor remedio, lavarme el ojo crítico con aquel jabón Lagarto que fabricaba mi abuela en nuestra casa, en los 50.
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