04 noviembre 2014
Hay sensaciones que no se pueden evitar, no las puedo evitar. Anclado en la silla del “cuídeseynosalgadecasaendiezdias”, me asomé, nuevamente, a la ventana de mi despacho y una vez allí, viendo caer esas preciosas gotas de lluvia que empiezan a dejar ver que el otoño ya quiere llegar, vi a esa niña que siempre viene con su abuelo a eso de las ocho y media de la mañana, con su mochila y su uniforme colegial y que sentada junto a él, hablan y hablan durante un buen rato. Hoy, a diferencia de otros días, he visto, mientras hablaban, que ella le señalaba un determinado lugar del verde césped del parterre más cercano a su abuelo. Ella se ha levantado y se ha ido al sitio señalado y ha cogido del suelo lo que parecía y era, un pajarito herido o enfermo. Lo ha acurrucado entre sus manos y lo ha vestido con un pañuelo que le ha pedido a su abuelo. Ella no ha parado de darle besos y caricias mientras parecía hablarle al pajarito. Al rato se lo ha dado a su abuelo en señal de … “aguanta” y abriendo su mochila ha sacado de ella lo que parecía un bocadillo envuelto en papel de plata. La niña ha desmenuzado, en unos pequeños y abundantes trocitos, más de la mitad del bocadillo y dirigiéndose al pajarito, que ahora era el abuelo el que lo tenía entre sus manos, ha empezado a darle de comer, cosa que el animalito a empezado a hacer de forma azarosa hasta no dejar ninguna miga en la mano de la niña. Han pasado otros diez minutos, ahora el pajarito en manos de la niña, que en ningún momento ha dejado de darle calor, besos y caricias, y tras un brusco movimiento la niña se ha levantado del banco, le ha retirado el pañuelo al pajarito, le ha dado un beso en su minúscula cabecita y lo ha lanzado al vuelo, cosas que el animalito ha hecho con gran vigor y alegría de la niña que corría tras de él mientras parecía despedirle. El pajarito se ha ido, la niña y su abuelo, al rato, también, pero, extrañamente, la niña al irse, me ha señalado con el dedo llamando la atención de su abuelo a la vez que levantaba la mano en señal de despedida. Yo, gratamente sorprendido, he respondido con un pequeño gesto de mi mano pero me he quedado pensando y preguntándome … ¿Por qué me habrá saludado? Lo peor será creer que tuviera que existir un motivo para ello y he cerrado la ventana … hasta mañana, mientras, seguiré soñando.
enriquetarragófreixes
Cuanta dulzura en tu narración de lo que debiera ser una imagen y un hecho normal, pero la vida, la de ahora, la que tenemos alrededor no está hecha para espíritus sensibles. Sigo revolviendo papeles aunque haya veces que no me pueda "contener" y comente. Buena tarde.
ResponderEliminarEs un milagro poder aún ver esas historias que tanto me gusta desear y que a veces, incluso, veo, amiga María Paz. La belleza, igual que la felicidad, es para quien quiera o sepa verla.
EliminarUn abrazo