Nunca me dio miedo la aventura, los retos profesionales, ni las despedidas de solteros, que aunque parezca que no, éstas, ofrecen múltiples e irreparables riesgos. Solo me interesaba saber llegar hasta la luz, hasta la fuente del saber y mucho más, aún, hasta el porqué de tantas cosas que desconocía y desconozco. Luchar por ello, por ella y por ellos, una dichosa adicción no olvidada. La suerte ... haber tenido suerte, quizás algo de atrevimiento y desde luego, mucha curiosidad y mucha constancia. Por eso, cuando llevaba quince minutos delante de esa puerta sin que se abriera, esperando, cogí mi cachava, me alcé con fuerza y algo de rabia, y abrí esa puerta ... acabáramos, no había nadie, nadie temible, solo la señora de la limpieza que me miró con cara de susto y me dijo: "El doctor no viene hoy". Bien, por mi atrevimiento dejé de perder el tiempo, pero por mi prudencia perdí quince minutos de mi vida.
El atrevimiento obliga a asumir riesgos con el consiguiente éxito o fracaso en cada decisión, la prudencia, dichosa y conservadora estancia de sabios y maestros de reconocida honestidad y solvencia, evita cometer muchos de nuestros errores. No obstante y a mi pesar y el de muchos, siempre me hice la misma pregunta ... ¿Qué es mejor, atrevimiento o prudencia? ¿De cuál enamorarse?
Cada cual tiene su tiempo, es verdad. Yo soy más bien prudente y muchas veces me he arrepentido.
ResponderEliminarClaro, Alacantí, lo importante, según creo, es acertar.
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