miércoles, 28 de octubre de 2015

Lina, Arturo, La Loli y ... esos momentos inolvidables




28 octubre  20015

El estaba ahí, tenso, expectante, sin hablar con nadie ... Arturo parecía una estatua de sal; blanco como la leche, cuerpo erguido, como si esperase a alguien; no hacía más que mirar hacia la puerta y apenas escuchaba nada de lo que le decía ... ¿Arturo, te pasa algo? ¿Esperas a alguien? - preguntas baldías, el no estaba ahí,  frente a mi, café humeante ante él y con una enorme tensión que llegaba a la risa si me ponía yo entre sus ojos y la puerta pues él se iba moviendo hacia uno u otro lado con tal de no perder la visión de la entrada. Loli lo despertó de su letargo cenital con un golpe de vaso contra la mesa al depositar mi agua de Vichy y le dice muy coquetamente y en tono socarrón  ... "Sí  vendrá Arturo, no te preocupes, a mi me dijo que vendría y ella nunca faltó a cita alguna y menos cuando hay negocio de por medio" - Arturo la miró, a la Loli, con cara de enfado y mientras ella se alejaba me miró y me dijo: "Esta mujer es tan grosera cómo indiscreta. No sabe lo que habla. Ella siempre me quiso. Solo una decisión equivocada de sus padres, que la obligaron a casarse con un estúpido y acaudalado empresario del calzado, frustró nuestra relación y nuestro amor".

De pronto, la puerta del Ateneo se abrió muy despacio y tras ella apareció la mujer más elegante y bella que nadie podría imaginar que jamás entrara en un lugar como aquel. La bella mostró una actitud titubeante, como si buscara a alguien ... ¿Arturo? - ¿Lina? - Ambos se acercaron, se miraron ... y se fundieron en un largo abrazo que captó la sorprendida y placentera mirada de todos los jóvenes veteranos del café de madrugada. Se sentaron, se cogieron de las manos, ante lo cuál,  yo, discretamente, me fui hacia la barra, dejando a los rejuvenecidos e incipientes  setentones colgados en la gloria de su ansiado y feliz  reencuentro. Al sentarme en el taburete de la esquina izquierda, siempre izquierda aunque de acolchado azul, me puse a observarlos y a pensar en lo bello que puede ser vivir alguna intensa emoción a cualquier edad ... pero el día y la escena, no estaba, al parecer, para que fuera un preludio de dicha completa para mi. 

Se me acercó la Loli y soltando sus semiocultos y voluminosos 120 de pechera sobre la barra y frente a mi, me dijo: "Esta tía es una loba, Enrique, dejó al pobre Arturo hace cincuenta años para casarse con el hijo de un rico empresario,  politicastro del franquismo reinante, algo mayor que ella, al que nunca quiso y al que nunca fue fiel. Se hicieron ricos, muy ricos, pues el marido se hizo político y concejal de urbanismo en la sombra de un pueblo en erupción urbanística. Ella, mientras su marido multiplicaba la fortuna familiar, se dedicaba a la vida social. Era conocida como la Duquesa Alegre del Vinalopó por su amor a las fiestas privadas en las fincas de los ricos del Llano y ahora que, por fin, su muy corneado marido ha muerto, hace escasamente un año, me llama, recordando nuestras viejas conquistas comunes del ayer, para saber de Arturo ... una tía con clase, Enrique, seguro, pero Arturo no se merece esto".

La Loli y sus dos insinuantes 120 se fueron a la otra punta de la barra a atender a unos guiris amantes de lo antiguo y yo me quedé pensando en que razón nos mueve a los humanos en ver la realidad en su versión más cruel cuando lo que verdaderamente debiera prevalecer en nosotros es tan sólo ver lo positivo de cada momento ... de cada instante ¿Tan difícil es soñar? ... luego estuve observando, procurando no ser visto, a Lina y a Arturo y me emocioné al verlos tan involucrados en vivir ese momento ... su momento ... momentos para envidiar.

Enviado desde Note 4

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