Cuando quieres y tienes, que pedirle un esfuerzo a tu capacidad física porque las obligaciones te lo exigen; Cuando sabes que si no subes a lo alto de esa montaña no podrás saber de donde viene el humo; Cuando tienes que tomar una decisión en ese cruce de carreteras en busca del camino correcto hacia tu destino; Cuando debes cruzar una calle y lo haces fuera del paso peatonal sin importarte nada más que el que no se te escape el autobús; Cuando fumas cinco paquetes de malporro al día para poder asimilar tu estrés; Cuando le dices adiós a tu pasado dejando ese empleo en el que te iba bien cuando empezaste pero que se te quedó pequeño y te atreviste a dar el salto al vacío en el nuevo y lejano Sur de tu futuro; Cuando te diste cuenta que ella tendría que ser la compañera de tu futuro y no otra; Cuando al final decides que la vida está en otra parte, paras la máquina de tus éxitos y de tus ansiedades y te acurrucas en las fuentes del calor cercano; Cuando decides poner la vida por encima del triunfo, de la tentación, del camino a la batalla, del endemoniado fuego de la vida profesional y social intensa. Después de tomar todas esas decisiones, es cuando empiezas a ser feliz en cada momento en que las tomas y nunca antes, ni después. Cuando las revisas es cuando crees que todo, absolutamente todo, ha valido la pena vivirlo y eso siempre a pesar de los inevitables riesgos que tienes que adquirir para ello. Lo peor hubiera sido, sin duda, no tomar ninguna.
Enviado desde Note 4
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Buena lección de vida.
ResponderEliminarGracias mimarzgz ... solo son fotos hechas con el teclado.
EliminarUn abrazo
Hola. totalmente de acuerdo hay que arriesgar para conseguir lo que queremos. Seguimos en contacto
ResponderEliminarUn abrazo-e Marta.
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