29 febrero 2016
Andar por La Huerta es siempre una inyección de culto al más tierno de nuestros pasados más concluyentes e inesperadamente útiles, como lección para el siempre tardío aprendizaje del como vivir.
Vagas por sus calles más concurridas donde no hace mucho carros, bicicletas y algún moderno tractor de grandes ruedas, circulaba por ahí en lugar de los modernos y viejos Mercedes que todos intentan mostrar por aquí como señal de prosperidad, aunque el "hecho a mano" - que es como por aquí se llama a la marca alemana de coches de lujo con clase - tenga más de veinte años.
Obligado es pensar en las razones que tendrá el Tito Andrés para estar sentado en la mesa del rincón del Ateneo Huertano, cigarro apagado en boca y copa de anis frente a él, y no hablar con nadie. Quedará resuelta su misteriosa actitud cuando la hermana del Daniel - que es la que sirve las mesas ahora y que a sus jóvenes sesenta y pocos y sus buenos andares, hace que la concurrencia de nostálgicos adoradores del terruño olvidado sea como la de la cola del racionamiento de los cuarenta - nos cuenta que al Tito Andrés le acaban de pedir sus hijos - a través de un encorsetado abogado - que debe firmar la renuncia a cobrar las acciones de Bankia, a las que ya él creía perdidas, en favor suyo, (de sus hijos), a cambio de desistir de su petición de "incapacidad" contra él. "Se pasa el día ahí sentado, llorando en silencio y bebiendo, Enrique ".
Quizás lo peor de la mañana ha sido ver a ese grande de la economía huertana de los 80, bastón en mano y paso vacilante, andar por esas estrechas calles sin ser visto, sin que nadie le aplauda a su paso, sin que nadie sepa quien fue y sin que nada de su vida conste en la memoria de ninguno de los que se cruzan en él por cualquiera de esas pérdidas calles de un perdido mundo. Lo mejor, no obstante, según me dice Daniel, al que nuestro poderoso amigo de los 80 tampoco le contestó el saludo, es que ... "Ese hombre que lo fue todo, Enrique, ahora no conoce a nadie, ni sabe lo que fue y tan siquiera se da cuenta de que lo ignoran. Esa es su suerte. Cuando se pierde se mete en la oficina del que fue su Banco, ahora de La Caixa, y allí que saben que es un viejo senil y ya lo conocen por eso - por su senilidad y no por otra cosa - llaman a su hija que vive en la ciudad, para que venga recogerlo".
Me admira la belleza de los sentimientos de cualquier color, calidad o sufrir ... me admira la gente, me admira su sentir ... su saber ... El saber de aquellos tiempos que se fueron, pero que quedan aunque no lo sepamos entender ... siempre.
Hola: una descripción muy triste de lo que nos espera en la vejez... Lo que le ocurre a Tito Andrés es cada vez más habitual y me revelo contra eso. Los hijos que trabajen por lo suyo pero que dejen a sus padres en paz que ya bastante hicieron por ellos. Me crispa este tipo de actuaciones. Por lo menos ese hombre que lo fue todo tiene la ''suerte'' de no conoer la realidad que nos está tocando vivir. Seguimos en contacto
ResponderEliminarEso es, Marta, su suerte es no saber ... no sentir.
EliminarUn abrazo, amiga
Hay una novela de Delibes muy tierna que toca precisamente ese tema: "La hoja roja". Si no la has leído te la aconsejo.
ResponderEliminarPobre señor, hay hijos que no tienen perdón, jamás lo entenderé.
Besos, Enrique.
La lei hace muchísimos años, Celia. la recuerdo como uan novela que me resultó muy desagradable y hasta increíble ... ahora ya no, claro.
EliminarUn abrazo, amiga.
Antes en muchas culturas los ancianos eran los sabios, eran respetados por los jóvenes ... hoy en la mayoría de las veces son los ancianos viejos abandonados, por la sociedad, por los hijos y en vida les quitan sus propiedades y los dejan sin nada.
ResponderEliminarUn abrazo y mil gracias por tu huella amiga.
MA.
El blog de MA.
Gracias a ti Ma ... eres una gran poetisa y una magnífica bloguera.
EliminarUn abrazo de martes
Vivimos en la cultura del "usar y tirar", del todo nuevo, una sociedad que abomina de lo viejo... Y así trasladamos este modus vivendi a nuestros ancianos, que, una vez "dejan de ser útiles", pasan al vertedero de la vida, al olvido más canalla y triste.
ResponderEliminarMuchos hijos se merecen una vejez como la que le están dando a sus padres.
Besos mi querido amigo.
vertedero de la vida ... al rincón del olvido ... que pena, Eme, qué pena.
EliminarUn abrazo fuerte, amiga.