11 octubre 2016
"Una maldita explosión de no sé qué bando se llevó a mi nieto al otro mundo en una misión de guerra en Centro África con la Légion Étrangère hace ya dos años; mi primera y única mujer, vive ahora con su cuarto marido y yo, desde que me divorcié, hace ya más de veinte años, odio tener relaciones de pareja de modo estable con mujer alguna. Por otra parte, mis hijos me consideran un perdedor y no quieren saber nada de mi porque, según ellos, me estoy malgastando su herencia con viajes, buena vida y caprichos innecesarios tales como una casa en Saint-Paul-de-Vence, un Mercedes B 200, un ático en El Campello y mis comidas y cenas, siempre en Restaurantes. He trabajado mucho y, sí, una infidelidad hizo que me echarán de casa, pero pagué mi pecado con soledad y hasta con el desprecio de los míos, pero nunca he merecido una mala vida. Supe guardar y conservar mi dinero y lo hice mientras mantuve a mis tres hijos hasta que fueron mayores, con carrera y con trabajo. Ahora soy libre de hacer lo que quiera y de vivir donde yo quiera ... y ellos no lo entienden. El entierro de mi nieto cuyas pompas se hicieron en París me dio acceso a conocerles pues fue allí donde me conocieron mis tres nietos vivos los cuales, ahora, son mi única alegría familiar y vital pues pasan conmigo el mayor tiempo posible aquí en La Playa o en la casa de Saint Paul de Vence".
Esa fue la bendita confesión que esta madrugada nos "regalaba" nuestro sorprendente amigo Antoine, ese seductor cuasi setentón y "enfant terrible" del Languedoc más ancestral y lo hacía en el más absoluto silencio de todos, silencio tan sólo perturbado por el de las cucharillas de café meneando el azucarillo de cada cuál. Pero a continuación, y una vez Antoine terminó su confesión, sucedió lo extraordinario de cada madrugada ... La Loli - que parecía estar quitando el polvo o lo que fuera, de la mesa de al lado - al terminar su adorado y querido Antoine, su extensa y emocionada confesión, se acercó a nuestra mesa y de modo sigiloso, sensual y vehemente, se puso en su espalda, (en la de Antoine), puso su cara - muy roja, por cierto - junto a la suya, le abrazó hasta que él, (el Antoine), se dio la vuelta y allí mismo y sin recato alguno, le estampó, (la Loli a Antoine), un lento "morrazo" de amor con tanta sensualidad, ausencia de decoro y adornado con esa profunda, lenta y suave entrega que sólo saben mostrar y hacer, los enamorados - y que ninguno de los dos rechazó - lo cual hizo que todos a una nos pusiéramos en pie y al segundo siguiente nos pusiéramos a aplaudir estúpidamente, como si del entierro de un héroe muerto en combate se tratara, y a partir de ahí se armó la fiesta de cada día que por repetitiva no voy a describir aquí.
El amor, parcial o infinitamente eterno y en sus múltiples manifestaciones, siempre aflora aunque sea desde las aparentes ruinas morales que cualquier humano parezca vivir ... ¿Verdad?
Enviado desde S6+Edge
enriquetarragófreixes
El amor no tiene edad.
ResponderEliminar¿Y quién dijo que no, amiga Tracy? ¿Serán esos estúpidos jovenzuelos que ignoran el flirteo, el baile a un cm sin más o ese beso sin lengua que tan pavo nos hacía a los muchachos de la época?
EliminarNo sé, querida amiga, creo que me iré de este mundo sin saberlo.
Jajajaja, me has hecho sacar una sonrisa como una catedral. Como me gustan "los parroquianos" de ese tu Ateneo, Enrique.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
No es extraño, amiga Celia, que te gusten, mis amigos son lo mejor de cada casa.
EliminarBesos de martes ... por la tarde