Ese árbol rebelde me pirra
31 octubre 2016
Triste y arrugado como una pasa estaba ayer mi amigo Paco El Orejas, cuyo apodo, (según siempre nos recuerda él mismo), le viene de sus ancestros que no de él, pues a pesar de ser un rudo y duro comerciante del tomate, (desde la misma azada hasta la venta en el mercado), es más presumido que un alcornoque en primavera. Le pregunté por su salud y me contestó con una especie de sonido gutural animal, queriendo con ello emular al mismo Tarzán y cuando le quise preguntar por sus fiestas orgiásticas en la cabaña de La Huerta - y mientras empezaba a reírse como el de "cuñao" - apareció ella, sí, era ella, esa joven y atrevida sesentona que un día apareció en el Ateneo de La Huerta preguntando por lugar y personajes para un reportaje televisivo de Viajeros por La España Rural. El Orejas se la miró de abajo a arriba y especialmente en las partes curvas de la joven veterana que con su falda tubo, taconazos del seis y color negro de cuerpo entero, asustaba al más fiel de los amantes de cualquier troyana. Ella le correspondió de forma coqueta, y, con gesto de cógeme si puedes, se alejó hasta el fondo del local donde dando unas fuertes palmdas reclamando atención y con voz firme y hasta sensual, dijo ...
"Estamos aquí para hacer un capítulo para la tv que tratará sobre este lugar y sus bondades ... ¿alguno de vosotros o de vosotras, me puede contar que es lo que pasa aquí?" ...
El Orejas se levantó de la silla como si le hubieran puesto una bolsa repleta de agujas bajo los mismos aposentos masculinos y dijo ¡¡Yoooooooo!! ...
Lo que sucedió después ya no tiene cabida aquí pues nada supe de ellos dos ... de Lauren, (que así se llamaba la de la falda tubo), y de Paco, hasta que está madrugada los vi a los dos sentados en la mesa del fondo, nada sobre la mesa más que sus manos cogidas sobre ella ... nariz con nariz y, como no, dándose arrumacos como dos adolescentes ...
El Orejas me vio, se acercó a mí mesa y agachándose, acercó su boca a mí oído bueno y me susurró algo que quise entender como que ayer la vida, la suya, era manifiestamente mejorable; que lo que nos queda hay que vivirlo y alguna cosa más XXX que no contaré aquí por si mis nietos me leen. Ah todo eso me lo ha contado al margen de otros detalles que prometió concretar, (o imaginar), el próximo lunes y que, seguramente, tanto tiene que ver con aquello de: "¿Que tendrá La Huerta, ( o el saber vivirla), cuando tanto la bendicen?".
Al margen de la honestidad u oportunidad de la moraleja que pueda ofrecer el relato de tan apasionado y casual encuentro de mi amigo El Orejas, diré que del cuento de hoy extraigo una moraleja ... "Una vida sin agenda, sin objetivos, sin ilusiones, es una vida muerta".
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Enviado desde S6+Edge
enriquetarragófreixes
La historia me ha parecido divertidísima. Tu sentencia, certera.
ResponderEliminarBesos, Enrique.
Ay, celia, hay tantas cosas para oír ... y para ver que ... Leer y escribir, mi pasión.
EliminarUn abrazo de jueves