26 diciembre 2016
Ella hablaba y hablaba sin parar, con esas pausas que sabe hacer la gente elegante, mujer con clase, la que se sabe escuchada. Suspiró, nos regaló una lánguida mirada de despedida y se sentó a su lado, cogió con sus elegantes manos las de su aparente y embobado amado y, con voz de ángel salido del mismo infierno de los pecados irremediables, le dijo ... "Ay querido ... ¿Por qué me gusta tanto hablar contigo? ... a nadie, jamás, le he contado mi vida como a ti. Soy una estúpida, aún le lloro ... de ese terremoto, de ese fuego que fui ... solo quedan las brasas, querido, pero tú ... tú ... sabes siempre hacerme feliz y hacer que me pierda en los laberintos de mi eterno desconsuelo".
Y Paulina, esa bella rubia sesentona de ojos azules, se fue de nuestras vidas dejando en mi el sentir de haber estado observando a una de esas personas que sienten cuando hablan ... que sienten porque siempre han tenido a quien amar.
enriquetarragófreixes
¡Qué bien lo cuentas!
ResponderEliminarES COMO PINTAR, AMIGA TRACY, SI SUPIERA HACERLO, LO HARÍA, SALDRÍA MÁS CLARO ... Y MÁS CÁLIDO
Eliminar