La vida es, siempre, según la quieras ver

Pintura de Tara Juneau

16 junio 2017

 

Expedito Catalá Monzó - 7 de junio a las 10:43 ·

No sabia como decirle que la hora de irse había llegado y ella no me dejaba de hablar. Cada vez que intentaba salirme con el clásico “bueno”, palmas sobre la mesa en señal de ir a levantarme y la imprescindible mirada previa al reloj en señal de premura, intentaba forzar la marcha, pero no había forma, ella me ponía la mano sobre la mía y me paraba, a la vez que seguía contándome todas esas historias felices de y con, su exmarido, que la dejó en el 89 por una camarera de Kiev que servía copas en un bar de carretera de Monforte del Cid, lo cual ella siempre negó. No había forma de irse, mano sobre la mía cuando intentaba hacer el ademán de irme y golpecito de dedos sobre el hombro cada vez que le parecía que no le prestaba atención. Doña Leonor es así, como ayer a María, a ella tampoco le espera nadie desde que en el 89 se quedó mas sola que la lágrima de San Pedro la noche de los tormentos. En el 90 enviudó pues la chica de kiev haría el resto para que así fuera y ella recuperó su ¡dignidad presidiendo el entierro pues, aún y siendo el hazmerreir de la cita apológica, ella siempre dijo que su marido estaba de viaje de negocios. No obstante, en plena etapa neodemocrática, la de Kiev se quedó con todo y a ella le quedaron los recuerdos y una vida en común adorable, irrecuperable e inolvidable. A mi, con todo, me encanta oírla y si se toma una de Marie Brizard, con permiso de Antoine, entonces se pasa un poco pero, aún y así, es admirable su fidelidad a lo que quiso ser y lo que para ella representó su vida matrimonial: “Nunca fui mas feliz, Enrique”

La vida es, siempre, según la quieras ver.

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