domingo, 17 de septiembre de 2017

Nadie de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos


Fotografía de Inge Morath


17 septiembre 2017: 

Casi las tres de la tarde del viernes pasado y yo comenzaba a estar acordándome de lo mío. La pierna izquierda me estaba pidiendo un ratito de descanso o un empleo de ordenanza en la mesa de la planta tercera de la Seguridad Social en la Calle Gerona. 

Previamente, conseguí lo que casi nunca logro. Conseguí aparcar en una plaza de minusválidos que estaba libre y pude bajar del coche sin romperme una ceja, como es ya habitual. Eso era toda una premonición. 

Media horita observando que la crisis es una cosa real, aunque, eso sí, la macroeconomía dice lo contrario, pero es algo poco revitalizante y eso es lo que estaba pasando. Un 30% de las tiendas del CC Gran Vía están cerradas y en el recinto había menos gente que en la misa de siete. Entonces entendí lo de que la plaza de minusválidos del parking estuviera libre. 

Pasé por delante de la otrora rebosante oficina de ventas de de una resistente inmobiliaria que hay en la planta primera y me recorrió un pequeño escalofrío nostálgico del que me despertó un tremendo golpe de bici en la tibia derecha que un enano de unos tres años me dio mientras la conducía como un bestia; “Cuidado Orlando que vas a hacer daño a este señor y se va a enfadar”. No debería yo hacer muy buena cara porque la madre de la criatura, muy “pija” ella, me fulminó con la mirada, al ver que no le reía la gracia a su pequeño monstruo. 

Cuando ya el alma me empezaba a pedir irme al escaño, eso es lo que me pareció una horrorosa silla de plástico medio blanca, medio amarilla, que había a la vera de una barra de Bar, aparentemente en crisis, de la planta alta, entonces fue cuando vi a Pedro. Está hecho un chaval. Hablamos un ratito mientras no llegaron las fuerzas vivas del pasado más ancestral. 

Allí estaban todos, bueno casi todos, faltaban algun@s pues la edad no perdona, pero estuvo bien. Me puse morado de comer de todo lo que me quisieron dar, que fue casi nada por mi dichosa manía de decir de esto y de aquello nada de nada, pero mi neurona mental, aún viva, exploró cada una de sus caras y mientras hablamos y hablamos, ella voló hacia ese punto donde te parece que estás flotando, no sientes el peso y apenas escuchas, solo oyes. Es la felicidad de estar con ellos, con gente que fue un día querida. Son esos ratitos que te ayudan a vivir. 

Y para mejor comprensión vaya aquí la frase que un anónimo colocó en algún post del ayer: "nadie de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos".

Yo no hubiera podido expresarlo mejor.



Los Blogs de Enrique

4 comentarios:

  1. La felicidad siempre está a nuestro alrededor aunque no sepamos verla. Te pondrá mil trabas, tropezarás, te caerás y el alma se te caerá a los pies, pero hemos de agacharnos para recogerla. Cuesta y me doy cuenta que cada día más, pero existen esos...ratitos. Y nadie se libra, otra cosa es que desespere en el intento y tire, como decimos por aquí y por ahí también, por la calle de en medio que es la que no lleva a ningún lado. Feliz domingo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La calle de en medio, amiga Paz ... así es.
      Un abrazo de lunes

      Eliminar
  2. pues sí... resumiendo eso es lo que queda.

    ResponderEliminar

Este blog comparte contenidos con otro de mis blogs a modo de copia de seguridad, el uno del otro, hasta el 24 de febrero de 2023

https://enriquetarragofreixes.wordpress.com/