Imagen: Playa San Juan - Alicante
Como dice mi niña: Llegó, me contó todo lo que quiso sobre sus males y desdichas y de lo bien que le va todo a sus hijos, aunque uno esté en la cárcel, y luego se marchó sin ni siquiera preguntarme qué hago yo con esa blanquísima escayola en el brazo.
12 septiembre 2017:
Esta mañana, en la puerta del Tanatorio de San Juan, al lado del Hospital, me encuentro a un viejo amigo que andaba por allí con sus dolores más a gusto que un consejero de una gran inmobiliaria en un consejo. Me contó una historia que ambos conocíamos muy bien pero no sabíamos recordar donde la habíamos leído:
Esta mañana, en la puerta del Tanatorio de San Juan, al lado del Hospital, me encuentro a un viejo amigo que andaba por allí con sus dolores más a gusto que un consejero de una gran inmobiliaria en un consejo. Me contó una historia que ambos conocíamos muy bien pero no sabíamos recordar donde la habíamos leído:
"Andaba desesperado pensando que nadie me escuchaba. Tenía ideas pero nadie las entendía; “Limítate a hacer tu trabajo y no te compliques la vida”, eso me decían los compañeros, mientras el Capitán del barco mandaba remar en cualquier dirección a capricho del viento que soplaba en el “bujero” de la raja trasera que cubría su pantalón.
El de Híspalis, que era el origen del marinerito jefe, actuaba con soberbia y poca imaginación, adocenaba al personal y cuando alguno destacaba lo mandaba a galeras. Fidelidad ante todo, la inteligencia y el mando los pongo yo. Ese era el lema del “hispaleño” que de tanto acercarse a los señoritos de Godoma, se creyó, en sus sueños, que se había convertido en uno de ellos.
Lucía formas y ganas, talla sí, cabeza alta y mirada al frente, sin pestañear, no mirando a nadie que le saludara, “BonGiorno” Don Hispalis, y así todo el día y en cualquier lugar, Don Híspalis por aquí y Don Papanatas por allá. El NeoZe andaba creído en ello pues resulta que un día, su día de suerte, se encontró de frente con un toro bravo que lo empujó a la fama al tirarse a ciegas sobre un lado, cuando el toro se fue por el otro.
Acertó a seguir vivo y luego le sacó partido; “Es que de toros yo entiendo un rato”, decía, y hasta se lo creyó. Nunca compró ni lidió un toro pero lo hacía como Dios; “cabeza alta y mirada al frente, sin pestañear, no mirando a nadie que le saludara y premiando a la “claca” que afinando el tono, y el codo, le decían; “De todo hay que saber Don Híspalis y tú sabes “masquenadie””.
Celebraba sus magnificados éxitos compartiendo con sus huestes, raciones de “papasfritas” y cacahuetes y si se terciaba; hasta pulpo se ponía encima de los remos. Lo que hiciera falta, todo por el “equipo”. En eso fue un gran líder.
Un día abandonó el barco, o lo echaron, nunca lo sabremos, pero el barco pesaba la mitad, luego en los periódicos de aquel mal año, explicaron por qué. Yo nunca lo creí, mejor dicho, nunca quise creerlo, esas cosas, las que solo sirven para enseñar al mundo que del “morro” se puede vivir, y muy bien, (parece ser), no son noticias para publicar, ni que con ello se haga bien a nadie.
Más tarde me enteré, que el de la tierra de De Paula lo colgó de otro barco, esta vez en puerto y que sigue viviendo como se propuso, “rebosante de buenos amigos y de mejores colaboradores”."
Entonces, advirtiendo algo anormal en el tono de su última frase, atino a levantar la vista y al mirarle a los ojos, descubro una sonrisa burlona que manifiesta una “coña” impropia de alguien que tan bien vivió con él, de él y a su sombra.
Viendo que se había quedado mudo y con la mirada en el infinito, le doy una palmada en el hombro y le digo:
¿Y tú qué?
Entonces, él reacciona y me dice:
- Yo de PM, murió mi suegra, tenía mucha “pasta” y ahora lo vamos a disfrutar.
- Ya ves, el éxito te llega muchas veces cuando menos te lo esperas.
- Yo de PM, murió mi suegra, tenía mucha “pasta” y ahora lo vamos a disfrutar.
- Ya ves, el éxito te llega muchas veces cuando menos te lo esperas.
Se dio media vuelta y se fue, atendiendo un especie de grito que salió de la puerta del Tanatorio.
Me vería muy bien pues ni me preguntó si me funcionaban las corneas y/o víscera alguna, ni siquiera preguntó por el barrigón que está que se me sale y que se ve a tres leguas marinas. Él, como casi el resto del mundo, andaba en sus cosas y con ellas se fue. Luego, mientras iba hacia el dichoso y endiablado Parking del Hospital, me pregunté: ¿Me habrá visto? ¿Sabrá quién soy?
Menos mal que la Rehabilitadora Hospitalaria de hoy, me ha puesto hoy a cien diciéndome que solo he perdido dos puntos desde mayo y que me ve muy bien, incluso que mi barriga, pues que tiene su gracia. Es un encanto y hasta parece que te escucha. Para Navidad igual le mando una postal. Me lo pensaré, no sea que se vaya a pensar otra cosa.
Una mañana algo movidita, claro que puesta en manos de tu prosa parece el doble, pero no, es que si observamos lo que pasa a nuestro alrededor a cámara lenta da para un thriller de los de Hollywood. Por cierto si eres tú o tu niña el portador/a de la escayola en el brazo espero sea un incidente sin más. Buen día, aquí volvió el calor y ahora 36 y subiendo (los membrillos de p.m.)
ResponderEliminarSolo es una fotografía de lo que veo, amiga Paz y, ah, lo de mi brazo es pura exageración del médico, teme por mis músculos y a la mínima me pone una venda que ya estoy a punto de quitarme. Mis distensiones musculares son de risa, como su propia atonía, leves y cortos. Una "ventaja" más de mi querida DFEH.
EliminarFliz tarde, amiga
Releí tu comentario ... me encanta hacerlo
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