Hablaba esta mañana con unos buenos amigos, en un largo, variado y feliz periplo cafetero, y al contarnos cosas sobre la situación de los hijos y sus tristezas por culpa de la crisis, uno de ellos, Antonio, va y me suelta una especie de “desahogo nigromántico-depresivo” que me ha dejado helado el corazón:
Enrique, la economía se enfría a toda velocidad, según parece, pero la vida sigue, el hijo de mi hermano ya está en paro y, aleluya, ha decidido volver a casa una vez lo deja todo, es decir, todo, incluso lo que dormía con él. La reagrupación familiar es siempre una alegría, no importa que los hijos tarden cuarenta años o mas, desde que se independizan, para demostrarte su amor y decirte entre sollozos, que bueno era mi padre a la vez que discute con su hermana, acaloradamente, sobre quien se quedará con el piso de la playa. Ahora y gracias a la dichosa Crisis, esa manifestación se adelanta, ahora es el asunto de:
“Papá vengo en tren, con dos maletas y, alégrate, con dos nietos que podrás cuidar y alimentar, yo me dedicaré a buscar empleo y a conversar con los excompañeros para ver si formamos una sociedad laboral, o algo así, para lo que tendrás que prestarme solo unos 12.000 eurillos del ala, que pienso devolver, claro”
Mi amigo Antonio, estaba contentísimo, me dice que su cuñada no tanto, pero él no, él se lo pasa en grande, vive en casa de su hermano, pues se divorció a la española hace un año y medio y no tenía donde ir ya que le quitaron todo por golfo, le desplumó, según el dice, la zorra de la secretaria del Jefe de Producción que ahora, curiosamente, vive de PM. Él recoge del cole a los nietos de su hermano a las cinco de la tarde y al mediodía prepara los aperitivos para todos, antes de comer. También ayuda a lo de ir a la compra, se va a Mercadona con la tarjeta de crédito de su hermano y compra de todo y más, todo lo que hace falta en una casa donde viven siete, pues hay que contar que el padre de su cuñada, que es un cerdo pues se caga encima a sus 91, vive con ellos y es el centro de atención de casi todos los hombres de la casa y no para llamarle guapo, precisamente. Por la noche sale con su sobrino a tomar unas copillas pues tiene que hacerle subir la moral al niño, aunque nunca llegan mas tarde de la una.
Ay, Enrique, la reagrupación familiar que nunca consiguió mi padre lo ha conseguido La Crisis, bendita sea.
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