10 noviembre 2017
- Estaba yo en mi chiringuito favorito, café en mano, cuando una voz turbadora me ha preguntado …. "¿Permite?". Ahí ha empezado mi buen día y que de modo premonitorio, espero, solo haya sido el principio de lo que va a ser.
- Ella, que se llamaba Bianca, según luego he oído a sus acompañantes lucía una voz que era como salida de un cuento de Hans Christian, era puro arte melódico.
- "Simplemente, quería coger la cosa del edulcorante para su café", me ha sonreído y me ha cautivado por su belleza facial y su fuerza en la expresión, tan dulce como atractiva.
- El resto de acompañantes, muy dicharacheros ellos, hablaban en su idioma, en italiano, pero yo lo entendía casi todo. No podía dejar de oírles pues la algarabía era tremenda. Estaban contentos y lo hacían saber, pero ella ahí estaba, simplemente sonriendo, hablaba muy poco y, curiosamente, cada vez que me volvía, y como la mesa taburete estaba tan cerca, no me daba tiempo a disimular, pero ella siempre me clavaba sus ojos bondadosos y radiantes de una luz especial, antes de que yo pudiera observa los suyos.
- Vaya, pensé, que juventud mas bien llevada la de esa linda sesentona, me recordaba a mis otros tiempos en los que me cautivó esa morenaza que aún me arropa en mi cuna. Seguí así, durante unos minutos, pero cuando ya acababa mi café, vino un coche que paró junto al barito de mis ansias diurnas y un joven y rubio muchacho la llamó por su nombre a la vez que bajaba de su maletero, el de su coche, una aparatosa y moderna silla de ruedas. Los ojos se me han acristalado, casi al instante, al ver como ese rubio joven la cogía en volandas, a Bianca, y la colocaba en ese trono mientras ella me regalaba una sonrisa voraz y llena de una brutal simpatía, incluso llegó a girar la cabeza en señal de despedida.
- Luego, montada en su carroza, ella y su acompañante se alejaron hacia el interior del supermercado frente al Ateneo y yo me quedé allí, observando, disfrutando de aquellos momentos vividos como si hubieran sido algunos de los últimos de mi vida.
- Ella, que se llamaba Bianca, según luego he oído a sus acompañantes lucía una voz que era como salida de un cuento de Hans Christian, era puro arte melódico.
- "Simplemente, quería coger la cosa del edulcorante para su café", me ha sonreído y me ha cautivado por su belleza facial y su fuerza en la expresión, tan dulce como atractiva.
- El resto de acompañantes, muy dicharacheros ellos, hablaban en su idioma, en italiano, pero yo lo entendía casi todo. No podía dejar de oírles pues la algarabía era tremenda. Estaban contentos y lo hacían saber, pero ella ahí estaba, simplemente sonriendo, hablaba muy poco y, curiosamente, cada vez que me volvía, y como la mesa taburete estaba tan cerca, no me daba tiempo a disimular, pero ella siempre me clavaba sus ojos bondadosos y radiantes de una luz especial, antes de que yo pudiera observa los suyos.
- Vaya, pensé, que juventud mas bien llevada la de esa linda sesentona, me recordaba a mis otros tiempos en los que me cautivó esa morenaza que aún me arropa en mi cuna. Seguí así, durante unos minutos, pero cuando ya acababa mi café, vino un coche que paró junto al barito de mis ansias diurnas y un joven y rubio muchacho la llamó por su nombre a la vez que bajaba de su maletero, el de su coche, una aparatosa y moderna silla de ruedas. Los ojos se me han acristalado, casi al instante, al ver como ese rubio joven la cogía en volandas, a Bianca, y la colocaba en ese trono mientras ella me regalaba una sonrisa voraz y llena de una brutal simpatía, incluso llegó a girar la cabeza en señal de despedida.
- Luego, montada en su carroza, ella y su acompañante se alejaron hacia el interior del supermercado frente al Ateneo y yo me quedé allí, observando, disfrutando de aquellos momentos vividos como si hubieran sido algunos de los últimos de mi vida.
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No me extraña que te emocionaras. No todo es lo que se ve y se imagina. Siempre hay alguna historia detrás. Casualidad que esta última frase la he dicho hoy dos veces a quien cree que me comporto como verdaderamente no soy. Me sigue desconociendo. Lástima, y no es hacer apología de tu relato vive Dios, que no llegue ninguna carroza a recogerme para mostrar la realidad. Buen viernes y espero que lo disfrutes.
ResponderEliminarEsas sensaciones son, inexplicablemente sentidas por mi como si fuera yo mismo el que las viviera. Será que ya estoy muy gagá, emocionalmente hablando, amiga Paz.
EliminarUn abrazo de viernes la nuit