martes, 21 de mayo de 2019

Un exordio inevitable y los chicos del "yo, yo y yo"



El arte de Alfredo Araujo Santoyo

21 mayo 2019


- Una mañana como hoy, de cafetulia madrugadora a la sombra del techo de un sucio bar de Playa con olor a chiringuito de fritanga churrigueresca, decidí ser yo cuando le dije a uno de esos amantes del “yo, yo y yo”, que existen otros pronombres que el “yo, yo y yo” y el tipo, de muy buen ver, (me refiero a que estaba, incluso, más voluminoso que yo mismo), me contestó: ¿Cómol? … mientras sus acólitos parecían partirse el culo de risa cuando el del “sólo yo”dijo ese “¿Cómol?

- Mientras yo me ponía a llorar de envidia por no ser tan estúpido y servil, como todos ellos, es decir, lloraba por no ser capaz de convertirme en un seso-corcho cual colaborador televisivo de los programas del folleteo y odio manifiesto a todo aquél que adora a lo sicofantes que se dejan ver.

- Luego, horror, me voy a la zona culta de la Iglesia de mis amores, y hasta parecía que el precioso Cristo de la esquina Norte, que, aún de metal satinado, brilla como el mismo Gobierno en los viernes Sociales, donde habitan y chulean los chicos del mal hipócrita, es decir, aquellos que se la pegan a la Matilde con la que más cerca les pilla, más tetas tiene y menos falda lleva, luciendo coche, reloj de oro y “esto lo pago yo”.

- Y eso, los chicos del “eso lo pago yo” lo dicen como si, realmente, (aunque en parte lo son o, al menos, lo han sido), fueran multimillonarios del calzado, del ladrillo corrupto y hasta de la intermediación del suelo edificable, (no menos corrupto), mientras largan y largan sobre lo de cual ha sido más infiel en su abnegada y burda, vida empresarial, por llamarle de alguna manera a cual era su actividad.

- Lo cierto, no obstante, es que esos personajes de un mundo empresarial en extinción, (espero), es que nunca hablan de que viven como el Dios gracias al dinero que supieron “negrear” y guardar en lugar seguro, con el que arruinaron por no pagar lo que les debían a sus masacrados proveedores, trabajadores y hacienda pública, cuando la época de vacas gordas arrasó el Vinalopó, el Calzado, los Restaurantes de Lujo, el mundo del Ladrillo y hasta los bares del puterío más vistoso, luminoso y cruel.

- Me acerco al irme, cansado de no poder meter baza en la conversación con los chicos del ayer y del “yo, yo y yo”, a la esquina Norte y paso junto al Cristo de la Buena Muerte en versión metal pálido, y veo que me guiña un ojo … “coño”, me ha guiñado un ojo el Cristazo – le digo a mi amigo el Párroco – y el querido amigo, harto ya de mis guasas, me dice: “Enrique, no seas cruel, no te lo ha guiñado a ti, es que está hasta los mismos y santos bebes de que os reunáis ahí, bajo su sombra y a ti, que te has fijado en Él,  lo que te ha querido decir es que vayas con cuidado pues nadie es lo que parece … o ha sido y en eso puede que estés tú, pecador”. Lo peor es que me lo ha contado partiéndose el culamen a carcajada viva.

- Y yo, sin tener NPI de que es lo que pasa a mi alrededor en el mundo real en el que vivo, noto, cada vez más, que el personal que me rodea, más allá de mis paredes de encierro, están totalmente vesánicos o quizás, sicalípticos, no sé, de todo habrá.

- Total, que sin querer montar un exordio … creo que me he pasado, pero es que hay tanta, torpe  y bella, mediocridad por donde ando, que no se puede dejar de llorar por ello aunque sea con palabras. Bien, perdonadme, seguiré somatizándome en mis sueños como si fueran reales, pero esta vez en silencio, procurando, no obstante, que mi alma siga inmarcesible.



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