viernes, 30 de agosto de 2019

Buscaba a la Chica de la foto


30 agosto 2019: 

Hola: ¿sabes quién soy?

Así empezaba una conversación entre un chaval de unos 30 años y una guapísima mujer, de más o menos la misma edad que él, esta madrugada, (la del jueves), en la mesa de al lado de la animadísima cafetería de La Clínica que hay en la Avenida de Denia.

La chica le mira con cara de gran asombro y le acaba diciendo: ¿Te conozco?, claro - contestó él - yo soy Héctor, ¿no te acuerdas?, y entonces el chaval se pone a cantar una canción del estilo de las que canta el viudo de la Jurado, ante el estupor del resto del local. 

La chica avergonzada, le coge del brazo y lo sienta, en señal de “leñe”, (ya sabéis lo que significa leñe, ¿verdad?), siéntate y no me hagas esto, pero ya en un tono algo más familiar, como si lo hubiera reconocido, pero era que NO, o por lo menos lo parecía. Insiste la chica, ¿Eso es de la “Uni”, Empresas 2007?, Bingo tía, le dice él. Pero yo no me acuerdo de ti Héctor, dice ella. Entonces él, baja la mirada, se coge las dos manos, se les aprieta una contra otra y le dice, claro que no me conoces yo ni siquiera era un admirador tuyo, pero en cierta ocasión coincidimos en un “festorrio” en el fin de curso y nos hicimos una foto juntos que yo no supe que existía hasta hace dos años cuando en una concentración de excompañeros de la “Uni”, alguien me la dio. 

Me contaron, proseguía el chaval, que esa misma noche, en medio de una gran concentración de efectos etílicos, tuve un lío con una guapísima niña en la habitación de los padres de Marín, pero nunca supe quién era hasta que me mostraron la foto y pensé que a lo mejor la que pasó la noche conmigo podría haber sido ella. El chaval que ya parecía el Brad Pitt, soltaba su alegato, mientras alternaba miradas penetrantes hacia la chica, con otras repentinas a su propias manos, adornando su relato de tal manera que a mi comenzaba a caérseme la “baba”.

Ella se mantenía callada y ahora era también ella la que mantenía la cara y las manos prietas sobre la mesa. De pronto se arrancó a hablar él, otra vez, y dijo: Llevo dos años buscándote, al final he llegado, de casualidad, a tu primo Juan, (creo que ha dicho Juan), de Yecla y me ha dado una dirección en el Cabo de las Huertas. Fui anoche y me dijeron que ya no vivías allí, era tu madre, pero me dijo que hoy estarías aquí temprano. 

Ella no decía ni palabra, ni tampoco levantaba la cabeza, de pronto lo hizo, lo miró con ojos de rabia, totalmente enrojecidos y con gesto del que está a punto de llorar, alzó la cabeza y se soltó las manos, parecía que iba a explotar con alguna expresión, pero de pronto un enorme terremoto en forma de niño de unos 10 años, rubio como la chica y muy vivaz, se colgó del cuello de ella y le dijo: Mamá me han dicho que no tengo nada roto que es solo un esguince, y entonces, el niño, dándose media vuelta, dijo; ¿Verdad Jalf?, (o algo así), dirigiéndose a un corpulento individuo que venía tras él y al que éste correspondió con un... “Si cariño, Héctor tiene razón, no es nada, no hay escayola ni nada roto, ¿qué suerte no?”. Entonces ella se levantó y de un modo brusco y con gesto “cortado”, dijo; Jalf, (o algo así), éste es un excompañero de la Universidad, Héctor vámonos, dile adiós al señor…

Se marcharon los tres y él se quedó allí sentado, sin hacer nada y yo estaba casi llorando de pena de ver lo estúpida que puede ser la vida y lo mucho que le ayudamos a serlo, en la mayoría de las veces. Son sucesos, seguramente, aplicables tan solo a la especie humana.