viernes, 9 de agosto de 2019

El CIE-10: G71.0, las raras, la lotera y eso de que se me va acabando el tiemp


Pintura de Tetsuya Ishida
09 agosto 2019
– No consigo odiarlo, ni amarlo … ni resignarme a perderlo, aunque me hubiera gustado que no se fijara en mi. Hablo de mi inseparable y cruel amigo  el CIE-10: G71.0 (DFEH).
– Adquirir un mal eterno aunque solo terrenal, tiene su aquél, aunque lo peor será que lo lleves en tu código genético por pura y santa herencia. Sufrirlo es un castigo menor si llegas a acostumbrarte, pero mantenerte en él sin remedio tiene esos momentos en los que la decadencia física te hace creer que lo mejor sería terminar.
– Sería imposible explicarle a cualquiera de mis amigos que la utopía de creer en la curación en base a profundos y necesarios esfuerzos para la investigación del mal que da origen a cualquiera de las mal llamadas “enfermedades raras”, para muchos no es, tan solo, un clavo ardiendo donde agarrarse, la utopía es un objetivo que perfecciona nuestro modo de vida cuando se trata de no perder la fe en los métodos de supervivencia, de no resignarse a la voluntad del mal y, desde luego, a no dejarse llevar por el derrotismo que impone ese especial estado con que quiere derrotar ese maldito gen la vida de todos aquellos que lo sufren.
– Yo, con todo, sigo creyendo que lo mejor es agarrarse a ese clavo ardiendo al estilo de lo que le pido a la lotera cuando cada semana le llevo para renovar mi boleto semanal de La Primitiva y lo hago en el mismo momento en que  suena eso de “No Premiado”: “Mire usted, dígale al que organiza los premios que no tarde mucho en darme el mío, pues sin darme cuenta se me va acabando el tiempo” – La chica se ríe y me dice … “Enrique, ya son más de veinticinco años jugando a la misma combinación, le debe quedar poco para que le toque, pero lo que más me gusta es que usted todas las semanas me dice lo mismo, sí, no pierde la fe”.