01 Febrero 2020
- Sabía que era un sueño, estaba con los ojos abiertos, tenía frío, me temblaban las piernas, la cara de mármol y las manos como el hielo. Pensé que todo había terminado. El sol no aparecía y la gente en las calles parecían encogidas de frío, errantes, sin rumbo y con aspecto de salir de cualquier fotografía de la posguerra …
- Tuvo que ser Juan el que con un puñetazo-palmada en la espalda me sorprendió con un saludo motivador: “Enrique … que haces aquí, en el medio de la calle ¿Estás bien?”
– Ah, perdona Juan, por un momento me instalé en el 54 … en mi barrio … en todo aquello que no teníamos y que apenas sabíamos que era así.
- Ignorando el caluroso frío que recorría mi cuerpo y hundiéndome en las profundidades de lo imposible, una voz angelical me recordaba al gran Borges para darle sentido a mi sueño: "Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos."
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