miércoles, 6 de mayo de 2020

La vida son dos días, el ciego que soñaba ser ciego y el Carpe Diem

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Las manos de Mstislav Rostropovich mientras toca el violonchelo. (Foto de © Hulton-Deutsch Collection / CORBIS / Corbis vía Getty Images)
06 mayo 2020
– Leía a Saramago esta madrugada y me quedé pensando en qué nos quiso decir en el arranque de su “Ensayo sobre la ceguera”:
“Un hombre parado ante un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente. Es el primer caso de una «ceguera blanca» que se expande de manera fulminante. Internados en cuarentena o perdidos en la ciudad, los ciegos tendrán que enfrentarse con lo que existe de más primitivo en la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio.”
– Pero la vida es o debiera ser, siempre, alegría ¿Verdad?
– Por ello no deberíamos, ni deberían los políticos del mundo entero, ni los medios de comunicación, ensombrecer nuestro ánimo con sus catastrofismos, sus previsiones de imprevisible y aceptada nueva “anormalidad” y su incapacidad para gobernar o ser oposición, y especialmente, de unos y otros, para alegrarnos la vida y la moral de subsistencia.
– Contaré aquí, a modo de anécdota anestésica epidural, que yo tenía una amiga, muy amiga, en una determinada etapa profesional, que cuando me veía algo bajo de moral me decía: “Venga Enrique, anímate que la vida son dos días y si son dos días quiere decir que hay una sola noche, por tanto … ¡¡¡Vámonos de marcha!!!”
– Era un ángel, tenía siempre grandes ideas para la recuperación venial, moral y social, de los compañeros y que hoy, sin duda y para este tiempo de coronavirus, ofrece sugerencias que debieran ser posibles, aceptables y, fundamentalmente, aceptadas por todo tu entorno más cercano.
– Carpe Diem.