22 mayo 2009:
Anoche, en la UA, intentaba convencer a un grupo de alumnos, de distintas edades, que lo más importante en la vida profesional de gente que, como nosotros, tiene que liderar a un grupo, , debe adquirir, necesariamente, la condición de líder. El liderazgo no es algo que te regalen o te lo pongan en el encabezamiento de la nómina, o te lo enseñen en un curso al efecto, es algo mas, es algo que hay que ganarse a pulso. Eso se consigue al ritmo de la ejemplaridad, al del esfuerzo, al de la voluntad de ser eficaz, pero sobre todos los argumentos posibles y deseables para serlo, está el de “hacer equipo”.
Anoche, en la UA, intentaba convencer a un grupo de alumnos, de distintas edades, que lo más importante en la vida profesional de gente que, como nosotros, tiene que liderar a un grupo, , debe adquirir, necesariamente, la condición de líder. El liderazgo no es algo que te regalen o te lo pongan en el encabezamiento de la nómina, o te lo enseñen en un curso al efecto, es algo mas, es algo que hay que ganarse a pulso. Eso se consigue al ritmo de la ejemplaridad, al del esfuerzo, al de la voluntad de ser eficaz, pero sobre todos los argumentos posibles y deseables para serlo, está el de “hacer equipo”.
Poseer un don o una condición de ilustre comunicador puede resultar pedante para muchos, es cuestión de opinión, a veces, pero por ello mantenerse en la humildad del “no sé todavía nada de lo que tengo que saber” o en la del “aún me queda mucho que aprender” es una condición que el docente olvida con frecuencia. No caigamos en ello, mantengamos el equilibrio y admirémonos cuando veamos en los alumnos lo que yo vi ayer en ellos, en sus ojos y en sus gestos; Joder, noté que me estaban escuchando. Ese es el camino.
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