Un café con un amigo, es pócima bendita

Perdí la foto original pero esta vale lo mismo o más

05 junio 2009: 

Once menos cinco de la mañana, la cafetería de El Ros sigue donde siempre, un abrazo con Pepito hasta el alma, así de profundo, tanto que confundimos las “caspas” capilares, tenerlo ahí es una bendición. Pepito levanta el ánimo a cualquiera. Cuando no sepáis que hacer, o tengáis algún conflicto emocional, os acercáis al Ros, que está en los bajos de la Clínica Vissum, preguntáis por Pepito y cuando ya lo tengáis delante, solo le tenéis que decir: “Vengo de parte de Enrique para que me des la bendición”. Insufla vida, y ganas de vivir, de comerse el mundo, de estar entre los vivos, de “trempar i riure” como diría mi “germanet” Paco.

Todo eso no es nada, si luego, además, tienes la suerte de poder recorrer el mundo de las cosas comunes con un amigo, tan solo conocido y gran colaborador hasta hace muy poco. Todo por y para hablar de alegrías, de sentimiento y de penas, de amor y de maldad, hablar de todo aquello que se ve en el mismo escenario de la misma obra que tiene poco de teatral y mucho de realidad. Puntos de vista compartidos aún con ideas encontradas. Hoy he tenido esa suerte y en momento extraordinariamente necesario, hoy he tomado la pócima del café compartido, con un amigo.

Dignidad y sensibilidad unidas, hacen de las personas aquello que uno pensó que nunca iba a encontrar cuando tenía los 50. Ahora, con diez años más, solo me molesta la vehemencia del inmaduro y la falta de valor en aquellos que malgastan lo que nada les ha costado.

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