sábado, 9 de enero de 2010

Recuperamos el viernes noche de siempre, pero; ¿Qué le pasa a la Gemio?



09 enero 2010:  

Yo entraba, entrábamos, por la derecha de la sala, cuando de pronto me vi envuelto en un emocionante raudal de bienvenidas, besos y abrazos por doquier. Las señoras con su Visón y los chicos con sus Schneider. Parecía que iban todos de uniforme, pero era una preciosidad verlos a todos tan elegantes. La noche es larga, y hoy lo será más que nunca, pensaba cuando entré pero nunca cuando salí.
Allí estaban todos, solo faltó Tino y su “troupe”, con lo cual me quedé sin el correspondiente informe económico de Suso y la mirada clara de Tino.

Desde que iniciamos estas charlas festivas de los viernes, hace ya once años, nada es igual, nunca nada se repite, siempre pasa algo que te hace crear nuevas expectativas de crecimiento moral y personal. La gente sale para comunicarse y con ello acostumbran a soltar lo mejor y lo peor de cada uno.

“Quince días en la nieve me han venido de perlas”
“Y esta de que va, si la nieve solo la ha visto en foto”
“Hoy faltan muchos porque aún están con la familia de viaje aprovechando el puente, pero ellas podían haber venido, o se pensarán que no sabemos de qué va la cosa”
“Qué guarro, se van a mear y salen sin lavarse las manos”
“Pues mira, ese que lleva el “mocho” en la cabeza, me ha contado que al levantarse de la taza ha metido la mano con el papel para limpiarse y ha cogido la camisa por medio y se ha puesto perdido. No veas, ha montado un espectáculo terrible; se ha quitado el pantalón, ha lavado la camisa … bueno, una guarrería”
“Oye, ese que va con la Verbenas ¿no es el marido de la que venía de Agost con esos tacones de medio metro?”
“Yo no me jubilo porque no quiero y porque mi mujer dice que si lo hago ella se va de casa”
Esas eran algunas de las cosas que se oyen en la espera del inicio de la charla, todo ello sin hacer nada más que escuchar y de ir haciendo con el gesto de cabeza un si, si, si, como el perrito del coche a todo aquél que te habla mirándote a los ojos, que no son muchos, pues la gente solo habla sin tener gran preocupación por que le contestes.

En la charla, lo mejor, y lo único de destacar, fue que alguien de los “escuchantes” preguntó si lo que le pasa a la Gemio con su sobrina, tiene que ver con la pérdida de los valores de la familia. La respuesta no tiene importancia, pero si la reacción de todos los presentes que de inmediato se pusieron a cuchichear entre sí, pues resultaba que nadie se había enterado del asunto. ¿Qué le pasa a la Gemio? No conseguí enterarme del asunto en toda la noche, por mucho esfuerzo que hice por saberlo. Esta mañana, ni oyendo el programa que la empalagosa presentadora tiene en Ondacero, he conseguido enterarme de algo. Entonces me he dicho; Enrique si alguien lo tiene que saber será alguien de Telecinco. Me he ido como un poseso al salón y he pulsado el 5, y, por fin, allí lo estaban explicando. ¿Qué haríamos sin la 5?

Luego, a las copas, la cosa fue superior, “de categoría” como dicen por aquí. Con el frío, el personal se tomó algún sorbo de más y con ello soltó las lenguas más de lo debido. Conseguí enterarme de casi todas las maldades ocultas de cada cual, de quién es pareja y de quién no lo es. Lo más asombroso, me sigue resultando ver la gran cantidad de tíos casados, de todas las edades, que salen de noche solos o acompañados de la otra.

Yo creía que eso eran prácticas olvidadas de una era olvidada, pero resulta que no es así. ¿Cómo podrán vivir de esa manera, con qué orden moral? – “Tío, así se vive de PM”, me dijo mi acompañante de mesa que resultó ser uno de los que sale con la otra y que muy ofendido se nos marchó de la mesa sin despedirse y muy desairado. – “Fíjate, parecían una pareja tan seria”, me cuentan por la izquierda a la vez que ultimo mis últimos tragos de un enorme BacardiCola que me ha devuelto la vida, la vida de los viernes noche, aunque no consiga enterarme allí de lo que le pasa a la Gemio, aún y habiendo ido a conferenciar sobre la repercusión de los Medios de Comunicación en la vida Familiar.


Luego, con la música y algún meneíto por medio, me he perdido escuchando una vieja canción que me pareció que me reportaba al pasado y al mundo de los mejores deseos:


 


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