La Infidelidad, esa extraña compañía que nos rodea por todas partes donde vayas. - ¿Y de la salud, qué?

09 febrero 2010

Hoy, mejor dicho, ayer fue un día de campo y obras “ben fetes”. Ni una a derechas, los albañiles han muerto, como oficio, y yo me he quedado rezando a Alá y no os digo por qué, aunque os lo podáis imaginar.

En la enriquecedora tertulia matutina y muy cafetera, descubro, mientras espero la llegada de algún conocido, que la estupenda señora que está a mi izquierda con una pose algo nerviosa, zapatos Leticia, falda tipo faja y medias muy negras, acaba su desespero con otro de peor rango al llegar el esperado que tiene corbata y unos 50, cuando éste le dice: “Lo siento Cary esta tarde tengo que ir de compras con mi mujer, se ha empeñado en que vayamos a comprar el coche de la niña, pues ya no puede esperar más. Anoche le dieron un susto al salir de clase y …” – Lo demás ya me lo he imaginado y me he cambiado a una de las mesas vacías que había junto al cristal, donde podía divisar unas vistas preciosas a la inmensa arboleda que se dejaba ver, montaña arriba, mas verde que nunca.

Pero, oh desgracia la mía, entra otra estupenda señora con cara de “osea” y al rato le llega otra del estilo y se enzarzan a “largar” sobre lo que sus respectivos y queridos maridos las “quieren”.  No, no me ha pegado nunca, dice una, pero hace seis meses que ni me toca, me da gritos, nunca viene a comer y viaja día si, día no y nunca llama desde donde dice que está. Tú eres tonta hija, le dice la otra “osea”, ponle un detective y ves a por él, sácale los ojos, es un cabrón, mira a mi me ha contado mi marido que el jueves le vieron en Madrid en el Asador de Astorga e iba muy bien acompañado. Les dijo que era su directora de ventas y una hermana de ella y su marido. La otra “osea” se quedó callada, bajo la mirada y de golpe se nos ha puesto de un lloro contenido que hasta me han dado ganas de darle un pañuelo, si no fuera por que los míos están que dan pena, con las mil cosas que me salen de la nariz, desde que me operaron hace tres semanas. La mujer lloraba con un encanto digno de la mejor película de Allen. La otra la ha abrazado y al rato se han marchado juntas, no sin antes mirarme y ellas cuchichear en voz baja “nosequé”, como si hubieran descubierto de golpe que yo estaba allí.

A todo esto, se me ha olvidado contar lo principal del mensaje de hoy; todos los que estaban allí andaban fumando como posesos del dios del humo, como si creyeran que el mundo se fuera a acabar hoy y es por ello, mis constantes cambios de silla en el cafetero lugar de hoy.

En la esquina estaba Luis, un viejo huertano que con su puro en boca, carajillo en barra y palillo en diente, decía tener 86 y una sana salud a lo que yo he tenido que echar agua, pues no creo que ese sea el modelo de vida a seguir para un nuevo ciudadano como lo era alguno de los presentes. Algunos tienen suerte y puede que no les pase nada pero eso …No he podido seguir, la mayoría se han acabado metiendo conmigo y aplaudiendo al “Puro Machote de Luis”. Pues nada, ante ello les digo lo mismo que el cartel de la campaña de la DGT de este verano; “Mataros y que os den p.e.c.”

Por cierto los del principio, cuando mya me iba, seguían allí, aunque todavía he podido oír, al pasar ante ellos, eso tan sabido de; “Estoy harta de esta situación, tendrás que decidirte, yo ya no puedo vivir así durante mas tiempo.”

Pero cuando ya pensaba que nadie me comprendía, mi amigo “Er Bético” que vive en Madrid, me manda un bonito relato muy esclarecedor en tono algo distendido y burlesco, pero muy atinado siempre, como es él, que aclara las cosas y las lleva al sitio de donde nunca debieran salir:

El secreto de la longevidad

Un médico iba paseando una mañana y vio a la señora de esta foto sentada en un banco del parque fumando un cigarrillo. Se le acercó y le dijo:
- ¡Qué feliz se la ve! No puedo dejar de preguntárselo: ¿Cuál es su secreto?
Ella le respondió:
- Fumo 10 cigarrillos al día. Antes de acostarme me fumo un porro. Bebo mucho ron, un par de botellas por semana. Sólo como comida basura. Me acuesto con todo el que puedo Protección y el pecado. Ah, y no hago deporte.
El médico, asombrado, le dijo:
- ¡Qué extraordinario! ¿Y cuántos años tiene?

- ¡40!

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