06 junio 2010
El espectáculo era dantesco. Miles de plumas por todas partes y restos de animales devorados, en cualquier rincón del muy cuidado establo.
Fue una manada de lobos y de perros asilvestrados que se adentraron, no se sabe muy bien como, en el interior del Parque acotado, donde las especies animales de granja son conservadas, mantenidas y vigiladas para el regocijo y aprendizaje naturista de los más pequeños. Ha sido una desgracia, hacía mas de tres años que no lo hacían.
Eso es lo que pasó la noche del sábado en el Parque del Carrascoy, una terrible noche de lobos, y así nos lo contaba, con profundo sentimiento, uno de los encargados. Al rato me he acercado a la que reparte las cervezas y le he dicho: “Que raro, hace ya muchas noches que tengo el mismo sueño que hoy me han contado aquí como algo real, pero la diferencia es que los que me atacan, siendo lobos, también, llevan corbata, se sientan en un hemiciclo en el que hay dos leones en su entrada y a todos se les ve los colmillos llenos de espuma blanca”. La chica, muy amable, me ha sonreído y me ha echado esa mirada que desde hace algún tiempo observo en la gente que se me acerca y que sin decírmelo me están gritando con su silencio atronador: “Este tío está completamente pirado”.
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