Nos matamos por colocar a nuestros hijos en los mejores colegios, pero se nos olvida que la educación empieza en casa.
Otros, que son padres por decreto, los mandan a educar a lugares caros y lejanos, se deshacen del compromiso de hacerlo y con ello exculpan su pecado. Más tarde, y tarde, se dan cuenta que su hijo/a ya no les pertenece, ni familiar, ni socialmente.