04 septiembre 2010
“Pasamos de puntillas por la vida y a veces no nos damos cuenta de lo mucho que tenemos alrededor”. Esta es una frase de esas que te dejan pensativo cuando alguien te lo cuenta en un ambiente apropiado, es decir, en un acto íntimo, un velorio, por ejemplo, o tras la cuarta de “Bombay10/Cola” en una de esas “Rodrigueñas” noches de verano de los 70. Pero ayer experimenté que eso no siempre es así. Veréis …………
Estaba yo con la cosa en mano, haciendo mis necesidades propias del que le aprieta la prostatitis, cuando uno de mis fieles amigos nocturnos de correrías tertulianas familiares e íntimas de los viernes, me lo cuenta mientras él lo hace en el “mural” de al lado, los dos cara a la pared, como es normal en estos caso. Claro, eso no lo esperas en ese momento, pero tienen su efecto si el tío se empeña en ello. “Enrique, y si mañana no estamos, yo prefiero decírtelo ahora, te aprecio como si fueras una especie de hermano para mí, no te das cuenta, nos dedicamos a lo material y a lo urgente y aunque se que te quiero, nunca te lo había dicho ¿verdad?, pues creo que eso debiera hacerlo siempre contigo y con todos mis amigos y otros queridos cercanos” – Hago una enorme cara de espanto cuando me lo está contando y lo es al oír tanta beldad esotérica reprimida – Tan vistosa será mi mueca que ……..: “Enrique: ¿duele cuando meas?” – Bueno, pues no, es que me ha impactado lo que me acabas de decir. De pronto se da un cuarto de vuelta y con la cremallera, y la cosa, sin saber muy bien si la ha puesto en su sitio, el vecino de mural me arrea un abrazo verbenero nocturno de esos que te llegan al rincón mas profundo del almacén de escenas inimaginables de tu imaginación, mientras yo acabo, seguramente, meando fuera del tiesto, casi con toda seguridad.
“Enrique, mi padre, un santo, murió hace dos semanas y yo llevaba cuatro meses sin verlo. Me acuerdo que cuando era niño y le decía que nunca me dejara, él me contestó: No te preocupes hijo, estaré contigo hasta que veamos juntos nuestro ocaso o ya seas mayor para afrontar que yo lo haga solo”.
La noche fue larga, muy larga, pero anoche entendí que nunca hay un mal lugar para aprender algo.
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