02 septiembre 2010
Estaba casi lloviendo, pero me atreví a acercarme sin pudor alguno, arrastrando las sandalias como la guapa de Julio, bandera roja, gente que no se resignaba a marchar de la Playa pues ya son los últimos días de los amores de verano y de las locuras de Paolo y Cuca a los que veo en un coche blanco nieve en la subida al Sidi, haciendo arrumacos y otras gracias.
El chiringuito donde dan mi diesel especial, la francesa que dejó los 60 hace veinte me mira y me halaga, “très brun, qu'un brun est vous, mon ami” – Lleva ya tres, me dice la de las Gucci y me quita el subidón espontáneo obtenido con lo del brun. Había perdido el sombrero pues el viento se lo llevó y le hizo un favor.
Al pasar por las estaciones de bombeo, que yacen en pleno paseo, me acuerdo de que hace mil años que están allí soltando ese hedor tan insoportable y tan peculiar. “C´est l´amour”, diría la del brune, lo que nos hace soportarlo, pensé, pero seguí.
Todo huele a viejo a cosa que se acaba, a que el verano no ha traído mucho dinero pero sí mucha gente. Los paseos llenos los restaurantes y tuburios vacíos. Es la crisis, pero el paseo por la Playa, por la de San Juan, eso no nos lo van a quitar nunca, o eso creo.
Oyendo ese “Mírame Bien …” de Pablo Milanés, mientras paseaba, os dejo sentir lo que se experimenta con ello. Es como irse al cielo, a mi cielo, sin sentirlo, sin saberlo, sin enterarse de nada, como querré que sea, cuando sea …
El verano dice que se va, pero nosotros siempre le estaremos esperando.
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