"Mira, Enrique, mi madre me quería mucho pero al final el negocio se lo dio a mi hermano que siempre fue su lameculos" - Pero hombre, si tu hermano siempre estuvo con ellos de dependiente desde su niñez, es justo que él se quedara al frente del negocio, ¿no? - "Pues no, yo tenia tanto derecho como él, pero no creas, Enrique, lo que peor me sentó fue que mi hermano, al conocer la herencia, no renunció a su parte en mi favor. Resulta que en vida de los viejos, y mientras yo me rompía los cuernos estudiando en Londres, ellos se las apañaron para poner el negocio a nombre de mi hermano. Me robaron mi parte, Enrique" ...
El día parece más fresco que ayer y la leche se me está agriando, le miro a los ojos e intento contener el alma herida, pero aún y con ello en boca, haciendo imposible que ese café me siente bien me he puesto a seguir las praxis aprendidas de las charlas que mi querida Elena Francis nos regalaba en los 50. No he podido más y al final dejo mi café y su agriada leche y ...
Veamos, Juan, ¿a ti quien te ha dicho que un ser humano, cualquier persona, incluso tus padres, no puedan hacer, como hicieron, lo que les venga en gana con su dinero, que no es el tuyo, repito, con su dinero y con sus cosas?, ¿cómo te atreves a criticar la disposición de bienes de algo que no es, ni fue tuyo?, ¿tú crees que tus padres fueron justos cuando te mandaron a ti a Londres a estudiar y a tu hermano al almacén de telas a aprender el negocio?, ¿quien te ha puesto en la cabeza que lo de tus padres es, obligatoriamente tuyo?, ¿nadie te ha explicado que solo debiera ser tuyo aquello que te ganes con tu sabiduría o tu trabajo? ...
Me he ido sin darme la vuelta a sabiendas de que todo lo que le he dicho a Juan no servirá de nada. El problema es que tengo la impresión de que hay muchos Juanes en mi vida, en la vida de todos, demasiados y lo cierto es que cada vez entiendo menos que sean así las cosas. Trasladar esa pena, es y ha sido mi obsesión por donde voy, que pena, pero es así.
"Padre por qué me abandonaste". Quizás ese fue el primer lamento no escuchado y que tanto nos sirvió, tanto que se nos ha olvidado a todos, a padres y a hijos, o eso me parece.
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