13 noviembre 2010
Ahora hace ya 9 años que murió mi Perro. Se llamaba Roque, era un encanto y algo más que un animal de compañía. Con él pasé el periplo constructor Lanzaroteño en los ochenta y era tan guapo que hasta los compañeros me lo pedían para llevárselo a la Playa y así servir de cebo a sus ligues con las guiris y no tan guiris que por allí andaban buscando lo que fuera. Pero él era como yo, se mantenía fiel como nadie a sus principios, acertó en quien debiera cuidar su madriguera y se esmeró en mantener el muñequito en los pantalones. Él era un perro excepcional, él me enseño muchas cosas. Me enseño esos valores tan necesarios como la fidelidad, el amor, el cariño y la amistad. El 10 de noviembre del 2001 Roque se nos fue y yo nunca lloré tanto como lo hice con él exceptuando lo que pasé con mis dos admirados antecesores de cuya falta, igual que me pasa con él, nunca he sabido recuperarme completamente.
Roque fue el más pequeño de siete hermanos que nacieron de Blanca, que era la Caniche de mi hijo Enrique. Roque fue mi amor durante muchos años y durante muchas noches de dolor y nostalgia por una obligada y profesional, separación de mi ser. Roque era un animalito excepcional. Solo el que ha tenido perros a su cargo lo sabe, y el que no los haya tenido nunca no sabe lo que se pierde.
Tras tantos años de no verle, aún no lo he/hemos podido olvidar.
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Te entiendo muy bien Enrique, estamos pensando en comprar un perro a mi hija y me lo estoy pensando y pensando. Al final les coges tanto cariño o más que a una persona.
ResponderEliminarA mi hijo le fue de maravilla, le resultó y fue un bien excepcional. Blanca, que era la madre de mi Roque, se la dimos a mi hijo cuando él tenía 9 años. Una experiencia que no dudaría en repetir.
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