¿Y por qué vas a contar ese rollo hoy, Enrique? – No sé, me apetece hacerlo y, además, es que me he mojado mucho de cintura para abajo tras hablar del asunto en el cafetero matinal donde solo había tres de unos treinta y uno de más de setenta que, solo éste, no ha abierto boca, pero me ha dicho mucho con su silencio. “Tú mismo, no es lo tuyo hablar de eso, pero es igual, lo harás igualmente” – Pues sí.
Los tres pilares de nuestra civilización están como el millón y medio de viviendas terminadas, que andan por ahí, buscando comprador. Nuestra Sociedad desde el tiempo de los romanos ha mantenido vigente sus tres principales pilares: Familia, Contrato y religión. Pero resulta que hoy andamos todos quejándonos de todo y de lo que, seguramente, no nos damos cuenta, es de que lo que está en Crisis es el modelo de Sociedad que nos hemos impuesto.
El 75% de los nuevos matrimonios o emparejamientos, más o menos formales, no superan los siete años de convivencia, los Contratos, el tracto, y todas sus clausulados son carroña para abogados y abogaduchos de la especialidad que corresponda y si hablamos de Creencias Religiosas pues ya ves, en las Misas católicas dominicales de nuestros barrios hay menos público que en el fútbol de los lunes. Por tanto, hoy la problemática ha cambiado: "Quien se queda con los hijos y con el piso, hacerse socio de Legalitas o del abogado amigo de Papá para que resuelva el contrato de alquiler que no se paga y saber si el Cura de la parroquia será maricón o pederasta, sin obviar el problema del paro, que no es de tipo formativo, ni estructural, esa es la temática que ocupa y preocupa a nuestros jóvenes”.
¿Pero quién ha dicho que eso sea malo? – Yo, al menos, no lo creo. El nuevo modelo de convivencia existe y se practica en mucha de las gentes que conozco y mantienen un comportamiento ejemplar más que un gran número de los matrimonios de toda la vida en los que ves que ni se quieren, ni se hablan, ni se respetan, pero se soportan porque no hay solución económica que lo permita en cuanto a que la mujer renunció a su independencia desde el mismo día que casó, con ese, y se puso a preparar calderos, fregar cazuelas y a quitar palominos de los calzoncillos del macho y de los peques o no tan peques para “los restos”. A todas mis amigas y compañeras de trabajo siempre les di el mismo consejo: “No se te ocurra dejar de trabajar cuando te cases pues el día en que notes que ya le huelen los calcetines ya no estarás a tiempo de rectificar” – Algunas no me hicieron caso y ahora pagan las consecuencias, bueno, ellas y sus padres, los de ellas, que las tienen que aguantar a ellas y a sus niños.
En cuanto a contratos y religión diré que de lo primero solo es cuestión de esmerarse en la filosofía del clausulado y adaptarse a los usos actuales donde hay que dejar todo previsto y no a la interpretación de las partes, es decir, hay que ser más profesional que nunca pues el mercado profesional corresponde a un mundo de gente muy preparada. Y de Religión lo mejor será no hablar mucho para no herir susceptibilidades, pero si diré que a mi, al menos, no me es necesario saber de la existencia del ojo de dios para saber que no tengo que robar, ni matar, ni jugar al parchís con la mujer de mi vecino, es solo una cuestión formativa, de ética social, a veces de altruismo y, siempre, de un poco de sentido común.
Por tanto, ¿qué vamos a hacer? ¿qué tiempos vendrán? – Lo que sea, que sea pronto, yo me muero de ganas.
Lo único que permanece inmutable es el sometimiento y el abuso del más débil por el más fuerte, la mentira como moneda de cambio, y la resignación.... eso ha sido, es, y por lo que veo sigue siendo. Yo tambien ardo en deseos de ver lo que nos tiene preparado el futuro!
ResponderEliminarYo tengo encendida una vela en esa petición allá ante mi querido Cristo de la Buena Muerte, ya sabes, entrando a San Nicolás, a la derecha.
ResponderEliminarUn abrazo, argy.