viernes, 17 de diciembre de 2010

Lamentos de una mala vida - Un café esperando taza



17 diciembre 2010
Te pasas la vida esperando que pase algo importante y un día descubres que tienes 63, que llevas parado desde hace cuatro, tienes cuatro hijos, siete nietos, dos divorcios y ni un euro en parte alguna, Enrique. Llevo demasiado tiempo esperando que llegue algo para mi, donde nunca pasa nada, mi vida ha sido gris, ligera y muy entretenida, eso sí, pero nada tengo. No sé donde iré por Navidad, mis hijos me hablan pero no me quieren ver ni en pintura y menos en estos días que prefieren estar con sus madres, que son mis dos ex. Apenas conozco a mis nietos, siempre hay problemas para verlos. Si tuviera dinero me iría de viaje, huiría como he hecho siempre y me emborracharía hasta perder el sentido y unos cuantos puntos de mi carnet de salud. No me gusta La Navidad, Enrique, no me gusta. Me acuerdo cuando hacíamos allá en el 80, aquellas comilonas en la Obra del Polígono  San Blas, sí, le llamabas el Huevo Frito por las tiras blancas y amarillas verticales con que se le ocurrió pintarlo a Galindo, ¿te acuerdas? 

Así, escuchando durante mas de una hora, café en mano,  he estado esta mañana con uno de mis ex-compañeros de fatigas, un gran empleado y aún mejor albañil, cuya vida parece que nunca le dejó nada que agradecer. Ya son muchos los que me voy encontrando en esta última parte del camino a los que la vida no les ha tratado como esperaban que fuera. Las razones del fracaso personal de mi amigo son fáciles de adivinar, pues él siempre fue ligero de cartera y le costaba mantener su colgante dentro de los pantalones cuando salía de casa. 

De nada sirve someterlo, ahora, a un análisis del por qué ha llegado hasta aquí y de esa manera, ni valdrá decirle aquello que nunca debiera hacerse a ningún ser viviente: “Ya te lo advertí, amigo”. Eso, en estas etapa, nunca. No me veo ni capaz ni con ánimo de hacerlo, pero a los que si puedo contarles todo esto es a todos aquellos que aún están a tiempo de corregir algunos comportamientos, que al ritmo de “a mi que me quiten lo bailado” , llevan una vida que luego les conduce  a estos lamentos.

Meditaba mientras le oía y me daba cuenta que su vida había sido como cuando te pones a pedir un café y juegas a adivinar sobre que plato pondrán la taza de todos los que hay en el mostrador, no te la juegues, la vida es otra cosa, la vida no es tomar café, ni escoger el plato que lo va a recibir, hay que adoptar muchas decisiones sobre los caminos a tomar y no todas son fáciles ni bonitas y, desgraciadamente, son precisamente esas, las fáciles y bonitas, cuando las tomas,  las que mas amargan en esta hora de los lamentos.


 

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