Un ratito en el Quiosco de Antonio

19 febrero 2011

Pásate por La Parroquia por si está Antoine, a ellos les gusta rezar el Rosario, ese era el cometido pues hace ya mucho tiempo que no se nada de él ni de Marian, tampoco, pero solo me he asomado y ya me han dicho que hace tiempo que no vienen, Antoine se ha ido a Marbella con aquella rubia venezolana con la que venía el verano pasado por aquí y Marian ha encontrado el “rico” amor de su vida a los 60 y se ha ido a París a pasar la Navidad y aún no ha vuelto, pero ayer recibí una postal de ella desde Lanzarote, me dice la portavoz del banco eclesial. Pasar por la Parroquia es algo tan necesario como útil, ya ves, te enteras de como está todo el mundo, relajas el espíritu y ves a todos los tíos con corbata y las señoras con falda y medias y eso, no se muy bien por qué, pero me lleva a la infancia y me hace feliz.

Pero sigo y me voy a ver a Antonio. Allí es otra cosa, el rey de los autónomos, el jefe de prensa mejor informado del mundo, el gran hombre del tiempo particular, mío y de todos los clientes que por allí pasan. Hoy no hace un sol muy abierto y se nota, la cola es corta y las montañas de los periódicos son altas, todavía. Él sigue a lo suyo, no para, da conversación, pone el periódico y/o la revista en la mano de todos los que van llegando, ríe, se va animando mientras se frota las manos, nos anima a todos, venga que el día se acaba pronto y hay que hacer muchas cosas. Ese es el mensaje de Antonio, no hay que regalar un minuto a lo inútil, hay que estar siempre haciendo algo aunque sea no hacer nada que también es un deporte muy necesario, cuando es necesario hacerlo. ¿Has visto al Tejero en el Metro, Enrique? – es cierto, quien lo diría que un día nos tuvo varias horas sin dormir y sin vivir.

De reojo veo a Cohonesto, sé que me está mirando, hace algunas semanas que no le hablo mucho, me dijo que fuera con cuidado que me estaba poniendo muy gordo y me enfadé con él, sin motivo alguno. Me acerco, le cuento que ya esperamos el cuarto nieto y que, al igual que mi amigo Fernando, el GM, pienso hacer todo lo posible para aguantar hasta los noventa y dos. Se ha puesto contento, me ha tirado dos hojas en prueba de reconciliación y yo me las he guardado en el bolsillo de arriba, para que no se me olvide que tengo un amigo al que nunca debía haber dejado de hablarle durante tanto tiempo. 

Me encuentro con el Tomasín, al que no veía desde hace unos ocho años, y al verme salir del coche va y me dice: ¿Que te pasa, Enrique?. Claro, en ocho años me han salido muchas canas, le digo, pero él, que siempre ha sido un buen abogado mercantil, insiste: No me refiero a tus canas – Es que me gusta “moverme” así, Tomasín, y tus niños ¿Como están?

Hacer cosas sencillas no es nada complicado y muy necesario, lo verdaderamente valioso es saberlas apreciar y no como lo hace esa pobre señora que está para caerse por la ventana de una de las habitaciones de enfrente, intentando limpiar el cristal inferior, por fuera. ¿Quién inventó eso de los cristales fijos debajo de las ventanas? – Qué horror, se ve todo el interior y además no hay quien los limpie.

Me voy a trastear por mi imaginación, buen día a todos y eso, que no se os olvide, procurad ser felices y con ello contagiar a los demás, parece sencillo, pero no lo es, lo primero es proponérselo.

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