martes, 1 de marzo de 2011

Azucena



01 marzo 2011


Mi amigo Ramón F, me manda este estremecedor relato del que quiero hacerme eco. Lo hace contestando a un “tierno” correo-e, mío, de ayer:
Buenas Noches Enrique y muchas gracias por tu correo, son siempre bienvenidos
Hace un mes recibí otro de un amigo muy particular. Alguien a quien, a pesar de no tener una relación cotidiana, aprecio enormemente por el respeto y amor que tiene a la vida, entre otras cosas. En su correo, además de interesarse por mí, por como me encuentro y lo que hago, me regaló el relato que te adjunto y que he pensado que quizá te pueda gustar.
El relato parte efectivamente de un hecho real, que es la visita de una amiga a su estudio, todo lo demás es ficticio, aunque a él le hubiera gustado que algunos pasajes fueran reales. Tal como dice él mismo todo responde a que está un poco majareta y a que tiene el AutoCAD gripado de no usarlo (es arquitecto).
Espero que te guste
Un fuerte abrazo
Ramón

El lunes, de repente, llamaron al telefonillo y era Azucena, la ex novia de mi amigo Juanito. Debe andar por los cuarenta recién cumplido, porque Juanito es más joven que yo.
Subió, fue una gran sorpresa y una tarde muy agradable. Es una chica muy atractiva. Y muy vistosa, guapetona. Traía toda su melena suelta, pelirroja, quizás se tiña alguna cosa, pero no sé, porque el color del pelo parecía muy el suyo, tampoco me dio tiempo a fijarme.
La acaban de despedir. El jueves pasado la han despedido. Ella se dedicaba al tiro con arco. Nada menos que era la seleccionadora olímpica nacional de tiro con arco. Lleva con  el tiro mucho tiempo, desde que alguien se fijó en ella y le ofreció su primer contrato para el ministerio de educación, que fue el de adiestrar a los niños de las escuela infantiles para prácticas de Tiro de Cupido. El tema de las flechas. Azucena es responsable de buena parte de las conquistas que se produjeron en esta ciudad entre adolescentes en edad escolar. A veces daba cursos por las autonomías por lo que su enseñanza ha podido alcanzar otras tierras.  Con las enseñanzas de Cupido y las flechas del amor, pilló bastante. Hizo su gran captura con mi amigo Juanito, pero fuimos unos cuantos los que nos sangraron las venas de los saetazos de la azucena. Con el tiempo, se dedicó a la selección de los arqueros, abandonó la practica directa, y esta falta de pericia es la que ahora ha provocado su despido. Nada menos que en los ejercicios del mes de enero pasado, le ha metido un flechazo a un directivo en un ojo que le ha quitado el ojo de la cara y lo ha atravesado como una aceituna en un palillo. El ojo apareció,  pero ya inservible, ensartado en la flecha , al otro lado del campo de pruebas, un campo de tiro que servía para otros muchos menesteres. Pero había soltado tal flechazo, que la  flecha había sobrepasado de largo del recinto de tiro, sobrevoló por encima del campamento de emigrantes, que al amparo de las tapias habían buscado refugio en la impunidad de esos solares y había ido a parar sobre un campo contiguo,  con la sorprendente carambola de ir a clavarse sobre el neumático  de una rueda de un coche, en donde una pareja, en la placidez del mediodía,  andaban también de prácticas, clavándose el uno al otro cuchillos en el corazón.
Y la han despedido. Vino por aquí quizás dispuesta a seguir clavando lo que sea, alfileres, peinecillos, horquillas de su melena, pero lo más probable es que anduviera de vuelta de visitar al abogado con el que se va a poner a pleitear por el tema del despido, que la federación lo plantea como intento de asesinato frustrado y ella lo justifica como un error de cálculo trigonométrico. Dice que erró el lanzamiento porque la distrajo el canto de un canario.
Pero Azucena en realidad, le daba tanto al arco como a la flecha, como le daba a la lanza y a la espada. Porque siempre fue una linda amazona, una combatiente del sexo, guerrera y valiente, que se montaba al lucero del alba o a cualquier otro,  Porque si el arco se le daba bien, con la espada, había cortado los tallos de muchos guerreros  y hecho rodar innumerables cabezas. La lista de bajas producida por las destrezas de la amazona era numerosa , como numerosos los encuentros celebrados en todas las partes del mundo a donde había acudido a competir. En esgrima, fuera con sable o con florete, siempre había  sido invencible, te distraías y ya te había clavado el pincho en cualquier sitio. Y con la jabalina, con la lanza, te ponía la lanza en el centro de una manzana que pusieras al otro lado de la calle, esa prueba se la he visto yo hacer aquí abajo en mi calle, entre personas que cruzaban, sorteando autobuses y coches y no me lo creía. Pero es de creer. Una vez, que me tenía bajo sus muslos , me dijo que había formado parte de la Banda de las Insaciables, un grupo de amazonas, -que cita Homero en la Ilíada- , mujeres guerreras autosuficientes, con un cierto perfil lésbico, que usaban de los hombres sólo para follarlos y cuando se quedaban embarazadas y procreaban, dejaban vivir a los recién nacidos siempre que fueran niñas, y a los varones, los mataban tirándolos al mar para alimento de peces y pájaros. Todas llevan una letra A en el pecho, tatuada en la cercanía del pezón, yo se la he visto a Azucena. Es una A minúscula, con un redondel y un rabito, tatuada circunscrita sobre el circulo volcánico y montuno del pezón . Algunas, se adornan y se ponen más letras, pero eso es voluntario. Yo se lo quise hacer a Azucena, pero me dio dos bofetadas y me señaló la catana que había colgado en la percha
El motivo de la visita de Azucena era el interés.
Algo me extrañó después de tanto tiempo.
Dejé pasar los malos pensamientos y quise pensar que era una visita casual. O cuanto menos, no interesada. Y desde anoche, ya sé que no. Anoche me llamó al móvil. Estuvimos hablando un buen rato, y voy a ayudarla. Se trata del niño. Hace siete años azucena se quedó embarazada, tuvo un hijo mío. Yo he visto poco al chiquillo, lo vi cuando nació –ella se desplazó hasta el Provincial de Córdoba para dar a luz- y luego lo he visto una vez nada más. Tiene al niño con su madre en el pueblo, Los Azafranes, una pedanía de Pozoblanco, en el tramo con mas minas de Sierra Morena; la abuela lo está criando, y ella ha podido seguir con su vida más o menos normal. Siempre fue un poco volandera, un resto de las aficiones a poner petardos dinamiteros y saltar todo  por los aires que tuvo no solo el padre, sino tíos y abuelos, trabajadores de las minas de piritas de cobre de  la Colorá, en Pozoblanco y toda esa comarca tan hermosa y tan valiente. Y tan pigmentada, porque entre azafranes, blancos, morenos ,verdes-malaquitas, amarillo-irisados  y rojos, Azucena, y luego Cianuro, nuestro hijo, son un poco multicolores. El niño parece que está hecho un crio la mar de lindo. Sale a la madre. Afortunadamente. Por las cosas que me cuenta, no me preocupa su educación y su aprendizaje, porque finalmente, vive feliz en esos campos de la sierra, un entorno tapizado de valles y serranías. Pero sí  hay alguna noticia que me hace pensar que algo mío le ha caído: el niño no para de ir a cambiar todo lo que le regalan, no para de pedir portaminas Caran dáche  y ya dice tener novia.
El caso es que Azucena quiere que le ayude para llevar a Cianuro a ver Disneylandia_Europe. Se lo ha prometido al niño. Cianuro no tiene demasiado interés, es más bien cosa de la madre, que en el fondo, lo que está es detrás de un trabajo: Ir a Disneylandia y emplearse como arquera en los espectáculos de cine: “Diana Leblanc, la arquera” . Profesionalmente ese es el nombre que se ha puesto. Yo lo veo un poco redundante tratándose de una arquera que al fin y al cabo, es a lo que se dedica,  a hacer dianas y a pinchar en los corazones postizos de los muñecos de imitación  pero dice que el nombre es su mejor tarjeta de visita, y que si en el nombre está todo, es la mejor manera de informar, una especie de conjunción entre función y forma o forma y contenido o alma o cuerpo o algo así. : Soy Ángel, el manicuro. Soy Giselle, la enfermera. Soy Rosa, la caimana. Bien pensando, puede ser que Azucena tenga toda la razón. 
Ahora acude a Disneylandia, a una de las ofertas para jóvenes españoles que por mil euros, y en vista de la simpatía de aspecto ,agrado  de trato y alegría de corazón  , nos ofrecen en Disneylandia-Europe-Francia: Les dan alojamiento gratuito en alguno de los pabellones temáticos del parque –un castillo de Escocia, un poblado de Polinesia, un barco pirata-  dan la comida, no temática, sino la del convenio colectivo,  te dan francés y a las chicas, les dan otras cosas. Dieciocho horas de trabajo y algunos extras.  Pero no le importa. Ella haría dobles con Cianuro;  puede presentarse, tanto a Guillermo Tell como a Robin Hood. O bueno, tampoco quiere ser la heroína, le sirve hacer bulto aunque no sea tan lucido. En ambos casos, con bajar un poco el hombro del body de ensayo, se lleva el papel, porque de piernas está de morirse, de espaldas, está de escándalo, de planta,  frente y perfil, ni Juan de Villanueva , el arquitecto del Prado, hacía semejante museo. Y luego de portaflecha, sobrada, menuda entrecalle. O si no, se las engancha como una tiza en su orejita de caramelo. Y luego esa boca de llevar cuchillo entre dientes. Porque Azucena es una máquina de guerra ella sola.
De París se iría hasta Flandes, en donde vive un antiguo novio , también arquero, un emigrante extremeño, que llegó con los Tercios y allí se quedó, montó una franquicia de importación de chacinas y embutidos, y allí le ha ofrecido para siempre, un hogar y una diana perpetua .
Lo que ya no me gusta es como está dejando al chiquillo después de tanta prueba y tanto pasearlo por esos circos haciendo de pedestal de manzana. Porque mientras azucena use dianas de ensayo, vale, pero claro, no siempre es así y para demostraciones y concursos, usa al crio. Y a veces, pues, ha fallado. Y me tiene a la criatura llenito de cosidos, con el tórax como un costurero de bordados, salpicado de pespuntes, sobre todo en una de sus mitades, por donde más yerra el flechazo, -y es que azucena, algo metía el ojo-, y justo por esa dirección se le escapaba el punto  la mas de las veces. En el resto del cuerpo , menos, y eso hace que el chaval salve la cara, aunque ha perdido una oreja (pero aquello , me ha dicho, no por un flechazo sino porque se la enganchó en el pestillo de una barra antipánico en una puerta). Pero el resto bien. Por el momento. Le he pedido que le ponga al crio una careta, una protección, que se haga un molde de cera y luego el contramolde en cualquier resina resistente a los impactos, ahora hay muchas cosas que valen para esconder la cara, es una artesanía en auge. Le he dicho que cuide de Cianuro , no solo por ser un hijo del arrebato sino también  porque nunca se sabe lo que puede pasarnos.

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