Juan era el peor estudiante del grupo de amigos de siempre, a mediados de los 60 nos íbamos al San Carlos Club y a La Cova del Drac, éramos los reyes del futuro. Todos nuestros antecesores se habían vuelto bobos y acomodados, la revolución buena era pija y además, en el otro lado de ésta, de la revolución, estaba la de los obreros de la Seat, los Cocos y hasta los resurgidos Anarquistas que lo eran, sin saber por qué, pero lo eran por ser siempre de lo contrario, pero ellos ponían la masa y los cuerpos, ya que ellos se llevaban los mayores palos y la mayor represión de los grises de la época. Pero Juan ya apuntaba maneras, mas rojo y mas rico que nadie, él, siempre, pagaba las copas y los melindros con chocolate en Petrixol y lo que fuera, era nuestro Líder. Su padre, el que salía en los papeles del amiguismo político de la época, (aunque luego, a partir del 78, se auto enfundó la camiseta de los de CiU de toda la vida), era nuestro protector y el de su hijo, claro. Si había palos y retirada de DNI, él, su padre, nos lavaba con agua bendita y nos sacaba de las garras de Layetana. Juan, como todos, se hizo y nos hicimos del SDEUB, (sindicato libre estudiantes de la UB), salíamos a la calle a protestar y hasta nos hacíamos heridas en el alma para poder ser mas convincentes, éramos la estrella polar de nuestros compañeros, bueno, yo solo me subí al carro, pero como si lo fuera, dejé el alma en ello, luego el fútbol el amor y la frustrante realidad sobre la moral del líder, me hicieron desertar. Lo pasamos bien pero fue el primer aviso sobre las consecuencias de creer que la estupidez humana no existe.
A finales de los 60 Juan montó un negocio de tomates junto a otros de mil cosas más, alguna incluso sobre arquitectura y prestaciones a los proyectos, nos invitaba a las fiestas de inauguración de cada negocio que montaba, era la monda, arrancaba con vigor y a bombo y platillo, cualquiera de sus aventuras empresariales. Los tenía en danza durante un año, mas o menos, pedía préstamos que nunca devolvía y, además, nunca pagó a los proveedores. “Juan ha tenido mala suerte, amigos, tenéis que ayudarle”, eso nos decía su padre a cada revés empresarial que Juan sufría. ¿Pero qué hacía Juan con el dinero de los Prestamos, de las ventas y de los traspasos que hacía con cada una de sus empresas?, eso nunca lo supimos, pero Juan vivía de pura madre Llevaba un Ford Taunus que, en la época, era como un “delomasplús” que había, bebía siempre Cardhú y sus novias y amigas eran todas del club del “osea” y cama fija en San Cugat. Le seguí la pista hasta poco antes de que nos viniéramos a Alicante en el 78. Juan se quedó en Barcelona, se metió en el Ayuntamiento y allí seguirá, según me contaron hace poco, pero él nunca cambió, fue un “gran emprendedor” de los de su época, arruinó a todo el mundo que se le acercó, nunca devolvió un préstamo, ni nunca se preocupó de nada, ni por nadie, se arruinaron sus empresas pero el nunca cambió su estatus, al contrario, de cada sociedad que fundió le sacó provecho, se quedó con el circulante y vivió de ello durante muchos años.
Ayer, en la mañana piscinera del domingo, alguien me recordó que este tipo de personajes aún existen y cada vez proliferan más:
“Es fácil, Enrique, montas un bar de barrio, pides un préstamo que no vas a devolver, encargas las obras a un pequeño contratista, como yo, que nunca va a cobrar, arrancas el negocio, haces tus primeras cajas, no pagas el alquiler nunca, solo el primer mes al firmar el contrato, luego, a los seis meses lo traspasas, quiebras la empresa y te largas a otro erial, ese es el camino que esta sociedad administrativa protege, así cualquiera es emprendedor, ¿verdad? – El tío, ese ejemplar emprendedor, se queda con el dinero del préstamo, de las cajas y del traspaso y luego, si se tercia, le da dos duros a los que le amenazan con partirle la cara, pero no más, así está la calle llena de empresarios de este tipo, Enrique y no se como lo hacen, pero ahí están y cada día más, de emprendedores sí los hay, pero de caraduras que se hacen llamar emprendedores, de esos, si, de esos hay muchos más ”
Alguien apostilló que ni siquiera es necesario pedir un préstamo pues lo bancos ya no los dan a nadie, con que consigas un pequeño contratista que necesite “hacer el perrito” es suficiente, te hace la obra, no le pagas y el alquiler tampoco y a vivir, eso es lo que hacen. “Aquí ser golfo no está penado”, me decía ese otro alguien piscinero, “solo nos persiguen a los que declaramos todo y a los que tenemos algo de dignidad y sentido de la moral …” y acabó con un suspiro tras un grito de guerra que ya me suena:
¿Para cuando una política fiscal seria para los emprendedores responsables?
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